martes, 25 de octubre de 2011

¿CÓMO EVITAR QUE SE REBALSE EL WATER?



(…) Triste clown, miserable
mezcla de mono y rata, cuyo rabo
peinan en Wall Street con pomada de oro,
no pasarán los días sin que caigas del árbol
y seas el montón de inmundicia evidente
que el transeúnte evita pisar en las esquinas!

Pablo Neruda – Canto General



         Hacia 1948, cuando el “gobernar es producir comenzaba a mostrar sus primeros resultados en la sociedad chilena, llega a la presidencia Gabriel González Videla, controvertido y ambiguo presidente de Chile.

         En un Chile azotado por una incipiente recesión postguerra, González Videla, luego de múltiples baches y vericuetos gubernamentales, arremete contra su principal plataforma eleccionaria y proscribe al Partido Comunista de la esfera política de nuestro país, persiguiendo e inhabilitando todo cargo, cercanía y militancia PC con la mentada Ley de Defensa Permanente de la Democracia, más conocida como “Ley maldita”. De esta manera, inaugura Pisagua como una versión criolla de Auschwitz, relegando a cerca de 500 chilenos, e incluye en su gobierno a sectores de la vereda política opuesta, marcando un hito en la historia presidencial y de traición en nuestro país.

         Estos acontecimientos, de hace más de 50 años, parecieran ser lugares comunes en el manejo político del actual gobierno. Y no me refiero sólo a la inclusión de un par de moderados con alma de aliancistas al gabinete del sr. Piñera, sino al famoso proyecto de ley que modifica el artículo 269 del código penal: la llamada “Ley Hinzpeter” o “ley antitomas”. Dicha ley calificaría como delito cualquier “ocupación o invasión ilegal de inmuebles” desde viviendas deshabitadas a centros comerciales, religiosos y los mismos centros educacionales. Además, se incluiría en la noción de “desordenes públicos”, la interrupción de servicios públicos, el saqueo, las faltas de respeto a la autoridad y todo lo anterior, con la yapa y agravante terrorista de actuar encapuchado.

         Una modificación legal que no es consecuencia de una necesidad de la población, sino producto de la ineficacia administrativa y mal manejo de la fuerza policial. Hecho que se ve demostrado al analizar la confusa figura legal que tipificaría de la misma forma a marchas no autorizadas, a protestas de pacifismo activo en la vía pública, a la toma de las calles ante la nula afluencia de las micros, al saqueo de grandes cadenas de supermercados y a las barricadas conmemorativas en alguna población de Santiago.

         En un momento histórico para las organizaciones sociales en Chile, donde, creo, se logró resemantizar la protesta popular y que los mismos actores tomaran consciencia de su papel en los cambios históricos, no debiera asombrar que la clase política y los sectores amenazados por esta especie de huracán reivindicativo busquen proscribir la indignación.

         Ahora bien, la discusión que me interesa poner en el tapete, y que ha pasado casi desapercibida, es en relación a las nuevas atribuciones de la policía, entre las cuales está la requisición o retención –sin orden previa de un fiscal- de las imágenes y videos captados por algún medio de comunicación durante alguna protesta o ilícito. Este hecho, que es lisa y llanamente un atentado a la malograda y manoseada libertad de prensa, es el que en un futuro separará de manera artificial –en una paráfrasis de la noción de conciencia de clases- a la prensa para el pueblo y la prensa contra el pueblo, hecho que no es del todo perjudicial, pero que reducirá la labor del periodista a escoger un lado de la verdad de la noticia, desechando ese caldo de cabeza que era la pretendida objetividad ante los hechos que muchos aún intentaban (y que de todas maneras nunca existió). Un oficio que debiera tener una voluntad más analítica que política, si nos pensamos junto a Alicia en su país de las maravillas, pero que si lo llevamos a nuestra realidad, en algunos casos permitiría reforzar las trincheras con periodistas que estén dispuestos a dar la pelea por la libertad de la información, a la manera de los cronistas de la segunda república en la España del 36´o tal como lo hicieron muchos fotógrafos en la dictadura de Pinochet, que veían en su foco lo más parecido a la punta de una bayoneta.

         Todos los oficios ligados al despliegue de información audiovisual, es decir, la labor de fotógrafo convertida hoy en un juego de cuicos, la de camarógrafo basada en filmar destrozos, llantos y culos fotogénicos y la de periodista en terreno, que reside en inventar acontecimientos y “climas ciudadanos” según la línea editorial del canal (hecho que queda demostrado con la prensa internacional), podrían ser cambiados por una labor profesional con una línea más política, confrontacional y verdaderamente independiente, al ya no sólo ver sus intereses económicos en juego, sino también su integridad física y libertades personales.

         Es de esperar que las consecuencias de medidas tan torcidas como estas no tengan frutos ni los resultados esperados. Pues claramente es un golpe de autoridad frente a un pueblo que sólo tiene sus pulmones y “el poder del voto” contra un ejército muy bien armado, que siempre ha buscado proteger a los mismos gobiernos, no de los bolivianos sin mar, sino de la ciudadanía consciente que estaría dispuesta a dejar lo que sea por cambiar toda esta wea.

         No es una sorpresa que Piñera tome el papel histórico que le correspondió a González Videla, si Hinzpeter ha querido hacer de comandante Merino.

         Consejo práctico: la mejor manera de evitar que se rebalse el wáter de tanta mierda es cambiando la taza del baño y limitando la entrada. Se detendrá por sospecha a cada pedorro y pedorra para evitar futuras indigestiones. Todo el que oiga o huela algún aroma sospechoso deberá prestar declaración.



         Por Matías Rojas G.

ESCARBAR EN LA COSTRA


Hebras viudas
David Bustos
Editorial Cuarto Propio
2011
76 pág.

“Coges el cuchillo para escribir un poema/ no logras empuñar con fuerza” se lee a la mitad de Hebras viudas (2011), el último poemario de David Bustos (Santiago, 1972). A esas alturas, ya todo está perdido, ni siquiera la literatura es ese cobijo imperturbable que aquieta la realidad. Sin embargo, Bustos recurre a ella para descifrar las averías de su separación familiar y encarnar el remordimiento de su íntimo lloriqueo.

            Hebras Viudas es un examen de conciencia que exhibe la imperfecta resignación de su autor frente a la caducidad de su matrimonio. David Bustos recoge los restos de sí mismo y expone la intimidad de su sicótica restauración emocional. De esta manera, transcribe el padecimiento progresivo de su abandono  y describe, desde la devoción a la ternura (“Ahora en su dormitorio manipula invisibles diálogos de/ muñecas y peluches/ Ella es el ventrílocuo de su mundo”) hasta la secuelas del destierro (“Clavado a la cruz de la familia disfuncional que somos”), las estrategias de sobrevivencia de su ruptura y aislamiento. Pero ni los cigarrillos, ni los litros de té, ni Lacan, ni Freud, ni las sesiones en el diván amortiguan el desconsuelo de una existencia que subsiste entre los residuos de sus recuerdos: “Sacas el colchón al sol/ observas la erosión del peso/ sobre la superficie. Hace más de un año/ que nadie duerme a tu lado/ la simetría de una pareja estable/ el viudo colchón de dos plazas”.

Entre medio de este proceso, Hebras viudas delata la paranoia de la culpa y sus efectos. Poco a poco, configura lo que parece ser la última pataleta de un desposeído que reconoce su vulnerabilidad. Bustos calibra de forma gradual un gemido que se condensa en el alarido de su propio arrepentimiento. Derrama constantemente su memoria para escapar de su despojo familiar y habitar en los contornos de un tiempo estático y habitual: “Un director de cine neurótico/ cansado ilumina con palabras sueltas/ un escenario que ya hace meses/ ha sido desmontado”.

Así las cosas, es posible leer Hebras viudas como si fuera la bitácora confesional de un desesperado, un diario de vida capaz de sustentar la recóndita intimidad de un emo. No es extraño: David Bustos escarba en la costra de su disolución familiar (“Atrapado en un tiempo que no te pertenece”) para buscar un alivio a su desprendimiento. El ejercicio, por supuesto, roza el trastorno y el despecho. Esta alusión de masoquismo quinceañero convierte a estos poemas, a ratos, en un lamento insoportable, en la reiteración de una necrológica que nadie quiere escuchar. 


Camilo Tapia

sábado, 1 de octubre de 2011

OJO CON LOS PARÁSITOS



        Hoy por hoy, la política está en más bocas que antes. Ya sea por el alza del gas en Magallanes, por los derechos civiles de las parejas homosexuales, por el salvaje aniquilamiento ambiental de Barrick Gold o Hidro Aysén, o por el grosero negocio de la Educación, la salud, las Isapres, las AFP. Está bien. La gente después de años de garrotazos, decepciones, frustraciones y promesas incumplidas está un poquito más desconfiada y está intentando incipientemente recuperar los espacios políticos de participación de masas. 

        Eso a nivel de “masas”, o de “ciudadanía” como se los llama hoy en día, pero a nivel de aparatos políticos la cuestión resulta más que nunca nauseabunda. 

       Sabemos, por una parte, que el gobierno actual, encabezado por el "señor" Sebastián Piñera, pertenece al sector más “flaite” de la burguesía; aves de rapiña, animales carroñeros  que llenan sus abultadas billeteras a través de la extracción de plusvalía principalmente absoluta, los cuales han arrasado históricamente, y de la manera más grosera, las riquezas naturales de Latinoamérica y han parasitado del capital financiero y retail sin impulsar ningún proyecto productivo.

         Pero a su vez, sabemos que este sistema “democrático” permite la existencia de un bloque de “oposición”. Y es aquí donde quiero detenerme porque el olor nauseabundo es insoportable. Si bien, en este país existen muchos cara de raja, estos “señores y señoras” de oposición llegan a un extremo que roza lo bizarro. No sólo apesta verlos en las marchas, “apoyando” las demandas populares; no sólo apesta ver nuevamente sus banderitas cínicas de traición histórica; no solamente apesta escuchar a la ex ministra Yasna Provoste o a la vieja del jarrazo opinar a favor del movimiento estudiantil, acusando al gobierno de hacer oídos sordos a las demandas de la gente o que el sistema educacional está colapsado; escuchar al milico de Vidal, ex vocero de gobierno, decir que la derecha no ha sabido interpretar los problemas de la gente porque les ha faltado gobernabilidad y voluntad de escuchar;  ver a los parásitos intentar "refundar" un bloque de centroizquierda que refleje las demandas de la población . Esto no sólo es ser cara de raja, sino es un escupo en la boca, una patá en la guata, una violación sistemática, una vuelta bizarra de chaqueta, conductas dignas de psicópatas, porque los parásitos ni se arrugan.

       ¿Acaso no fueron los autodenominados señores progresistas, centroizquierdistas, concertacionistas, o cómo se quieran llamar, los que han tirado a la chuña los recursos naturales tales como el agua, la Patagonia o Pascua Lama, que han precarizado las condiciones laborales de manera escandalosa, que han mantenido salarios de hambre mientras han permitido que el retail despedace a la gente con créditos y tarjetas, que han sostenido el lucro más descarnado con la salud, la educación y la vivienda, que han reprimido a la gente de manera bestial (o no señor Belisario Velasco), que han matado mapuches, que han creado la ley antiterrorista para justificar la repre, que tienen las cárceles llenas de gente y las calles llenas de pacos y que han sostenido a los señores empresarios engordando y satisfechos de lo fácil que ha sido empelotar a este pueblo "embrutecido"?.

          Son éstos dos bloques los que se creen dueños de la moral y las buenas costumbres, del concepto de ciudadanía, democracia y participación, del concepto de familia, y lo saben imponer. Y les resulta muy bien. Dos bloques igualmente parásitos, donde los señores “progresistas” han hecho sólo progresar sus bolsillos y la miseria de la gente.

        Muchos dirán que esto ya lo sabían, que es cuento viejo, pero me parece preocupante ya que por lo general tenemos muy mala memoria a corto plazo.

       Me resulta aberrante ver a los parásitos en asambleas y sindicatos ocupando cargos una vez más, en la vieja pose izquierdista de lobo con piel de oveja. Me parece desconcertante que, una vez más, se utilice el personalismo para ocultar los problemas de fondo. Si alguna vez fue Pinochet ahora es Piñera, y las soluciones de los parásitos es cambiarlo por otros parásitos, donde la figura de Bachelet emerge nuevamente como la carta comodín. 

        No olvidemos que la señora Bachellet fue una presidenta con enfoque ciudadano. Es cosa de preguntarle a los pingüinos del 2006, a los deudores habitacionales, a los subcontratistas del cobre, a los trabajadores forestales, a los portuarios, a los mapuches, a los ambientalistas, a los jubilados, a los profesores, a la ciudadanía en su conjunto.

       ¿O es que acaso creerán que la gente es tonta?

       El tiempo de rascarse ya pasó...¡Parásitos fuera! Tanax social.


Comandante Tiroloko


jueves, 15 de septiembre de 2011

Algunas digresiones a partir del caso de “El loco pepe”




“En fin, ellos mismos no quieren, ni pueden, reconocer
que su frac profesional no es más
que un traje de presidiario bien cortado.”

Trotsky, León - Literatura y revolución


                Esto bien podría llamarse “Que no sepa tu mano izquierda, lo que hace tu mano derecha” si se considerara algo estrictamente político. Otro título tentativo sería “La práctica literaria” pero se correría el riesgo de confundir este pequeño artículo, con un taller de poesía de algún miembro de las juventudes comunistas. Lo cierto, es que se denominó de esta forma pues el hecho que introduce (o ¿inspira?) la elucubración es lo más parecido a una crónica de estos programas de ayuda a la ciudadanía y no hablo de “Aló Ely” sino de “Policías en acción” o “133, atrapados por la realidad”, que cabe mencionar , son un gran aporte a la tergiversación de la información. Bienaventurados sus editores.

                Hace 50 años, cuando el crimen organizado estaba marcado por la leyenda de Al Capone y su “sindicato del crimen” ocurre, en la pujante ciudad de Santiago de Chile, un acontecimiento peculiar que ligará y –por qué no- revelará la estrecha relación que existe entre crimen y literatura (desde el punto de vista del peligro y no del monetario, evidentemente)

                Departamento 71, calle Huérfanos número 1492, diciembre del año 61: Es detenido el ciudadano argentino José Roberto Rubio, alias el "Loco Pepe", lanza de exportación, asalta bancos, contrabandista, escritor y lector asiduo. Puede ser que su historia personal no marque un precedente en la historia del crimen de su país; con figuras tan enigmáticas como “El petiso orejudo”,  el “Tata Dios”, la octogenaria Yiya Murano o José López Rega (una especie de Mamo Contreras trasandino), pero la particularidad de sus declaraciones y carácter obstinado por vivir literariamente la vida del hampa (si es que se puede vivir así la necesidad, la exclusión y el hambre) han quedado en el inconsciente colectivo de muchos.

                “¿Y qué son unas pocas balas cuando está en juego la libertad? Nuestro fin era ser libres y no el asesinato”, decía mientras lo ingresaban a la posta en 1966, luego de ser herido en un motín que protagonizaba en la Penitenciaria de Santiago. Aquí el cuestionamiento emerge desde la propia humanidad del recluso. ¿Dónde termina el ladrón y donde comienza la persona? Y por sobre todo: ¿Cuál es la actitud o práctica del arte en la vida concreta?

               Fanático de Zola, Gorki, Dickens y Dostoiewski es este personaje un ejemplo de la vida por y para la libertad. Debo aclarar de paso, que no pretendo hacer una apología del delito sino esbozar una cierta ética del exceso, en tiempos donde es necesario.

                Pensemos en el recontrarrumiado “tema” del problema estudiantil (denominación parecida al “problema mapuche” que encubre el verdadero sentido del problema, del estado chileno con la nación mapuche). Los diversos disturbios y violencia ejercida continuamente luego de la marcha misma, no hace más que reflejar la disconformidad con el estado de las cosas. Sería absurdo afirmar que deslegitiman las demandas . Un sistema no puede ofrecerte tan pocas alternativas: o ser un trabajador de la constru, o auxiliar de bus o meterte a milico. No hay paradoja más latente que ésta para el ciudadano medio, porque no hay ni pa` comprar libros si se quiere estudiar lo que sea, donde sea. Y ni hablar de la felicidad. La dicotomía al respecto se reduce a felicidad V/S sistema, no teniendo otra opción que adaptar la vida a este sistema que no produce lo que necesita sino lo que puede venderse y revenderse hasta el fin de los siglos. La misma oposición que se da entre valor y precio, entre realidad e ideal. Dan lo mismo las consideraciones de la presencia o ausencia del estado, si hay otros sistemas políticos mejores o si el trabajo planificado es más adecuado. Las proposiciones anteriores son sólo consecuencia de preocupaciones más importantes: ¿Cómo podríamos mejorar nuestra condición de seres humanos y sobre todo, nuestra felicidad?

                Esta movilización se ha transformado en movimiento –su estadio posterior- y al parecer resulta ser la única oposición al gobierno de turno y sistema imperante, otorgando el sustento emocional e intelectual en esta experiencia colectiva, creativa y alegre. Se ha entendido que la práctica educacional que la realidad exige, debe ser la verdadera alternativa a un sistema político anquilosado y a un sistema económico que avanza y avanza aún a costa de sus mismos trabajadores, dejando de manifiesto que  –como dice el papi Galeano- a la gente está al servicio de las cosas.

                No es raro pasar del tema de la delincuencia a la revolución (que ha sido más de consciencia, porque aún no ha caído ningún Zar). Tanto delincuencia como revolución son básicamente subversión de la condición actual. No le crea a la RAE, ni a las columnas emotivas de Tironi, ni a los opúsculos paternalistas de Hermógenes Pérez de Arce, ni a cónsules del gobierno como José Miguel Viñuela, Kike Morandé o Iván Valenzuela; ni siquiera a Chesterton cuando afirma que revolución  es el movimiento de un móvil  que recorre una curva cerrada y vuelve así, al punto de partida . La sedición, la transgresión es el estado natural y permanente de las cosas, es decir, el fin es el medio.

                Pero volvamos a la delincuencia. El enigmático “Loco pepe”, además de haber protagonizado 4 intentos de fuga desde el penal de Santiago (incluso se cuenta que una vez intentó salir disfrazado de Evita Perón), de haber participado en el millonario robo de barras de oro en el aeropuerto de Ezeiza, Argentina; escribió su autobiografía: “La vuelta al pago en ochenta y dos años: memorias del loco Pepe”, por la editorial Ráfaga en 1967. Luego de publicado y consecuencia de su amor por la literatura, quiso presentar estas memorias a la Sociedad de escritores de Chile, pero fue rechazada por estar cumpliendo una pena aflictiva. Esto provocó la rabia de José Roberto Rubio, el cual no entendía el porqué de la rotunda negativa: “Sólo por andar asaltando bancos, la veta de artista me fue negada. Cuando salga en libertad en el año 2043, miraré a los carabineros y entraré a la Sociedad de Escritores de Chile".

                Independiente de que pudiera salir con 114 años de la Cárcel y lograr un record de algún reo en libertad (cosa que dudo), el hecho nos permite avizorar que siempre hay una noción del bien y del mal en el individuo. La divergencia de estos valores en la oposición hombre/sociedad, deben ser analizados a la luz de los distintos factores que influyen en el período de formación del sujeto  –contextos o ideales- que hacen que la diversidad se transforme en algo peligroso, para los otros y para él mismo. No creo que la violencia, el delito y el exceso deban ser criminalizados de por sí, considerando que la crisis es un requisito de la renovación. La práctica del pensamiento respaldada por la vivencia empírica de la pobreza (que no es consecuencia sino origen), el hambre, el odio, las heridas de cierta clase social y la justicia de la calle, puede ser más fructífera a la hora de interpretar o encontrar respuestas a la conducta humana y a verdaderas realidades políticas que aún no han salido a la luz y que aunque brotaran, serían inentendibles para el ojo común; pues no todo se mide con la vara de las leyes, del sentido común y otros inventos del hombre para conservar sus intereses.

                La búsqueda de la definición del caos, la personificación del espíritu de la historia suelen ser estériles y volubles. En ese sentido y considerando que la vida es corta, sería más productivo seguir buscando los restos de ocupantes del avión estrellado en Juan Fernández. Quizás en algún momento encuentren a Felipe Camiroaga (sin algunas partes, claro) junto al teniente Bello, cagados de la risa.


Matías Rojas G.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

UN MIXTAPE PARA LA MISERIA




Canciones punk para señoritas autodestructivas
Daniel Hidalgo
2011
178 pag.
Das Kapital Ediciones

            Detrás de toda esa tinta que colorea las postales de Valparaíso, se esconde el corazón de una ciudad punki. Porque, más que una joya que brilla en medio del Pacífico, el puerto es un suburbio distópico que parece haber sobrevivido a una catástrofe nuclear. Es ese su verdadero rostro: el de una metrópolis que subsiste entre las ruinas del progreso, la fragancia a meado y el tufo de una brutal resaca de lo que alguna vez fue. Este territorio y sus habitantes delinean la ficción de los siete cuentos que integran Canciones punk para señoritas autodestructivas (2011) de Daniel Hidalgo (Valparaíso, 1983).          

            Con una precisión descarnada, Hidalgo cercena brutalmente a ese Valparaíso de estampilla y expone sus vísceras y tumores. Escarba esos rincones atestados de tags para rescatar las historias despojadas de patrimonio. Así, confecciona el álbum de retratos de esa “raza de mutantes viviendo en las alcantarillas, en las sombras de los desechos y la mierda de una ciudad que ya colapsa”. Y es el fracaso, acompañado de litros de alcohol barato, algunos paquetes de marihuana con bencina, unos pocos gramos de cocaína, mucho odio y, por supuesto, la ilusión de que fuera de Valparaíso todo podría ser mejor, el único sustento de estos personajes que, al igual que el lugar en el que habitan, quieren prácticamente caerse a pedazos. Sin embargo, logran transgredir los ataques de la imposibilidad y la violencia porque conocen una formula de resistencia: “La vida en la calle no es dura si eres un conchesumadre”.

            Canciones punk para señoritas autodestructivas logra trazar la hagiografía bastarda del ghetto porteño. La santidad de los flaites y de los rockeros, y de toda esa clika que divaga por el puerto, está aquí, encapsulada en viñetas saturadas de sangre, disparos y chuchadas. En “Rock and roll elefante” se transmite el último recital de un pésimo vocalista con aura de rockstar, más preocupado de su rencor emocional que de crear memorables singles; en “Barrio Miseria 221” un grupo de punkys que parecen seguir la filosofía de Ricky Espinoza conocen el miedo a la inocencia entre los cerros; en “Silencio, hospital”, la inaguantable espera en la sala de urgencia de un SAPU origina el único acto de valentía de un ex guardia de seguridad; en “Ella era una chica indie” el abandono y el despecho desencadenan una reacción alérgica en el narrador cada vez que se cruza con productos under; en “Inflamable”, una pareja recurre a los más retorcidos métodos para restaurar su agrietada relación; en “La formula del fracaso”, tres adolescentes con escasa experiencia delictual perpetran un violento robo; en “Los monstruos mecánicos” se ilustra, a punta de golpes, por qué no es bueno remover el pasado con antiguos amores.

            Cada uno de estos relatos armoniza el resentimiento de sus personajes con la reproducción de un mixtape preciso y oportuno. Daniel Hidalgo inserta una banda sonora   desigual que ralentiza o estimula la brusquedad de esas escenas. Es posible escuchar a The Clash remixeado con Agrupación Marilyn. O a Yeah Yeah Yeah’s entre los beat box de pendejos raperos. Así, compone la música incidental apropiada para desentrañar el fracaso. Canciones punk para señoritas autodestructivas se vuelve un compilado imprescindible para escuchar la rabia silenciada de los intérpretes de la miseria.   

Camilo Tapia      

miércoles, 24 de agosto de 2011

MIEDO



César Cabello Salazar
Las Edades del Laberinto
80 pág. 2011
Piedra del Sol Ediciones

            Existen algunos poemarios que dan miedo, la causa no es el contenido macabro que puedan concentrar sus versos, sino el sentido de desorientación y confusión que provoca en los lectores. Leerlos puede ser un ejercicio esquizofrénico o un acto de valentía. Lo digo pensando en ese revoltijo sin pies ni cabeza en el que a veces suele convertirse la poesía, y donde, al parecer, lo único que queda por hacer es tirarse al suelo en posición fetal, chuparse el pulgar y esperar a que ocurra cualquier cosa. 

            Uno de estos es Las Edades del Laberinto (2011) del poeta mapuche César Cabello (Santiago, 1977), que este año vuelve a editarse. Su título es una advertencia exacta del terreno engorroso y difuso al que se penetra inocentemente y del que, probablemente, nunca se saldrá con vida. Porque esta es la materialización de ese “gusto de la noche/ el equívoco y los laberintos/ a las cosas que son/ pero asemejan otras” al que se aferra su autor. Pero a diferencia de los laberintos reales donde se programan las equivocaciones, el texto de Cabello promueve la inexactitud y el desconcierto del lector porque su escritura es un descuido en si misma, una pieza que incita al error porque no va ninguna parte y se pierde y desperdicia en sus propias pistas.

             Este gesto de barroco forzado pudo haber sido la inflexión substancial del texto. Sin embargo aquí la metáfora y la alegoría se diluyen en sus acicaladas construcciones, dejando toda referencia real inoculada de una irracionalidad que mutila su lectura. En ocasiones, César Cabello logra moldear una que otra temática que señala un posible camino a seguir, pero el gusto desproporcionado por lo exótico (Un jaguar herido me andaba en los amores/ como el dios que se obscurece/ y orina/ sobre el agua) y las buenas imágenes (Estoy seca/ cago solo polvo) descomponen su importancia. Ahí intentan estar el hijo bastardo y el regreso a casa, la madre inútil y el héroe blasfemado, la sublimidad de la música y la perfección de la poesía, todos atrofiados por el exceso de viñetas rupestres que inundan a estos poemas. O por la inoportuna plaga de referencias (Los amantes sorprendidos en la cópula/ de un poema que no es mío) que transforma el mecanismo simbólico en un inescrutable campo minado. Así, tratar de descifrar la ruta de salida de Las Edades del Laberinto se vuelve una práctica abrumadoramente tediosa. Fome.

            Si lo que pretendía César Cabello era forjar un laberinto escritural donde el enredo y la perturbación fueran parte esencial de su lectura, lo ha logrado, pero en la forma primitiva de un cubo rubick lárico, fundamentalmente metafórico y saturado de hipervínculos textuales. El resultado empaña el carácter medular de una obra que dice más de lo que debiera decir. De hecho, es difícil discernir si existe un carácter medular. Y si para el hablante de Las Edades del Laberinto esto es “caer con todo el peso del cuerpo en el poema”, para los lectores no es más que sacarse la chucha en medio de una densa oscuridad que lo único que causa es miedo.  

Camilo Tapia

DOMESTICACIÓN PICTÓRICA



            Pintor y profesor de artes visuales, con una temprana formación artística heredada de su padre pintor autodidacta, Manuel Dongo desde hace algunos años viene desarrollando un trabajo prolífico. Alejado de las modas artísticas, obvia los discursos para concentrarse en el trabajo pictórico particular, en el oficio y en la ética personal. Es así, desde la indagación individual en la actividad pictórica y la interacción con su entorno, como trabaja.

            Manuel Dongo pinta desde Valparaíso, imperativamente, como una necesidad personal, interior, y hace de la pintura un trabajo de constante resistencia. Desde lo individual hacia lo colectivo, nos da luces de su entorno y de su imaginario personal. Vive el oficio de la pintura constantemente, dando pinceladas desde su hogar, que a la vez es su taller. Así, va transformando el acto pictórico en una actividad casi domestica. 

            Articuladas desde la cotidianeidad más flagrante, las pinturas de Manuel Dongo, por momentos, parecen ser fotografías instantáneas de un álbum familiar olvidado. Vemos ahí rostro, facciones, gestos, piel y arrugas: las huellas del tiempo. A la manera de algunas escenas de David Lynch, las atmósferas y los personajes retratados nos remiten a otro momento, a otra circunstancia, en las que sin embargo no es difícil entrar, pues parecen estar cargadas de una cercana intimidad.  
                   
            Naturalidad y potencia se conjugan en su técnica, que encuentra  referentes en el recientemente fallecido Lucian Freud, en la determinación por el oficio de Pablo Schugurensky y en la conciencia cárnica de Jenny Saville. Dongo investiga, prueba y perfecciona sus métodos. Es así como se entiende su relación con los materiales, la tela y su técnica, que pareciera cada vez alcanzar mayores niveles de expresividad.

            Parriano en la representación, este artista, desde su  particularidad, nos da luces de una nueva pintura social, preocupada de la clase media chilena, por mucho tiempo casi ausente de las preocupaciones de las artes visuales. Ahí es donde vuelca su trabajo para abrirse y profundizar en las nuevas formas de entender la relación del arte con las personas y de las personas con su entorno.  

            Domesticación Pictórica es el nombre de su primera exposición individual. Muestra que recoge una parte significativa del trabajo que ha venido realizando durante los últimos años y que lo perfila como uno de los talentos jóvenes y promisorios de la pintura chilena contemporánea. Dicha muestra estará abierta al público desde el viernes 19 de agosto hasta el 15 de septiembre en la Galería Modigliani de Viña del mar. 


Por Hernán Mañao.

                                                                            Link con trabajos:

                                                       http://manueldongo.blogspot.com/p/portafolio.html



sábado, 6 de agosto de 2011

Entrevista a Juan Carlos Zagal, actor y director de Teatro Cinema




Teatro Cinema se ha convertido en una compañía de reconocimiento internacional, pionera en el uso de nuevas tecnologías que renuevan conceptos fundamentales del teatro. En el marco de una gira nacional que los lleva por Puerto Montt, Temuco, Concepción, Talca y Copiapó, presentando gratuitamente sus montajes "Sin Sangre"y "El hombre que daba de beber a las mariposas", conversamos momentos antes de presentarse en el Diego Ribera de Puerto Montt con Juan Carlos Zagal ex La Troppa, actor y director de Teatro Cinema.


A la distancia ¿Qué crees que significó el trabajo de La Troppa para ustedes? ¿Ven continuidad hasta llegar al trabajo de Teatro Cinema?

En La Troppa aprendimos de este oficio, a trabajar con rigor,  con esfuerzo, con cariño, con dedicación y aprendimos a ser actores. Y es evidente que eso se transmite desde La Troppa, porque un oficio no es solo una técnica ni formulas que se aplican, sino que tiene que ver con el aprendizaje integral de uno como persona, entonces ante eso consideramos que fue un proceso muy enriquecedor como artistas teatrales, que continua con el trabajo de Teatro Cinema, continua el mismo espíritu, la misma intención de búsqueda, con metodologías distintas, con objetivos distintos, pero esencialmente es lo mismo. El  haber sido una compañía por tanto tiempo también nos da una sensación de fidelidad al trabajo y de pertenencia. Ahora La Troppa se acabó y continua el trabajo de Teatro Cinema, pero para mí no hay mucha diferencia, en lo fundamental es lo mismo.


En el trabajo de Teatro Cinema, lo real y lo virtual se mezclan para lograr un lenguaje propio y particular que los acerca mucho a la vertiginosidad del cine ¿Cómo fue el proceso que los llevó a lograr este tipo de lenguaje, con esta estética?

Yo creo que no hubo una discontinuidad desde La Troppa hasta llegar a Teatro Cinema, creo que hubo una línea directa hasta llegar a Sin sangre .Tanto en contenidos como en estética, yo no siento que sea una diferencia muy grande. Lo que sí, el uso es que de la imagen y  los videos nos separa un poco de La Troppa, pero continuamos utilizando la misma multiplicidad de lenguajes que se involucran en una sola puesta en escena y eso es lo que ve el espectador. Muchos cambios de plano, elementos de la cinematografía, lo teníamos en La Troppa, lo que pasa que ahora decididamente utilizamos un poco más de tecnología para lograr eso. Ahora, sí fue un trabajo duro para llegar a la puesta en escena final, pero en rigor no fue  un proceso abrupto, sino que hubo más bien continuidad.


Su trabajo en general hace guiños sutiles en unos momentos y directos en otros con la historia política  y social de nuestro país  ¿Cómo entienden en este momento el binomio arte-política  y la importancia social del teatro?

Nosotros tenemos una profunda relación con el tiempo presente que vivimos, y ese tiempo presente, para poder entenderlo, recurrimos a la historia y recurrimos a la distancia. Evidentemente, algo que pueda  pasar en los Balcanes o que pueda pasar en Sudáfrica, a nosotros si nos debiera interesar, así puede haber un  paralelo y una línea que se cruce con nuestra realidad y con nuestra historia, entonces, en términos humanos, no podemos desconectarnos de lo que estamos viviendo y tratamos de ser, no un reflejo de la realidad, sino que tener una base de nuestra realidad contingente que nos toca vivir, y desde ahí nacen nuestros personajes. Por lo tanto, buscamos que la gente reconozca, en lo que estamos narrando, algo de su realidad también y que conozca realidades de otras personas, de otras latitudes o de otras mentes también. En términos concretos, como nosotros nos criamos en dictadura y fuimos niños con ese periodo tan negro de nuestra historia, donde el poder se desata, nosotros somos bien sensibles a todo poder que soterradamente o directamente se ejerce sobre los ciudadanos, entonces también nuestro teatro apunta a  plantear temas y desarrollar algún grado de análisis o discusión sobre lo político y sobre el poder en el fondo.


En su trabajo, la forma clásica de hacer teatro parece haber evolucionado hacia un método interdisciplinario que integra teatro, cine, comic, literatura y música ¿Cómo analizan las posibilidades de experimentación que ofrecen las nuevas tecnologías?

Las nuevas tecnologías para mi es sinónimo de herramientas y esas herramientas ya sean computacionales, de luz o de materialidad, porque también va mejorando ciertos materiales con los que puedes construir, todo eso, son herramientas que están al servicio de la creación, al servicio de los actores y al servicio de la compañía. No tenemos ninguna duda de que si hay algo que nos sirve lo vamos a utilizar, la cosa es cómo aprender a darle y situarla en un equilibrio junto a la palabra, junto al movimiento del actor, junto a sus emociones y junto a la historia, que no esté una por sobre la otra, sino como encontrar un justo equilibrio. Y evidentemente, nuestro teatro es atractivo a los sentidos, pero también es propósitivo en cuanto a contenido y en cuanto a simbología, y ahí es donde contenido y forma siempre ha sido la búsqueda esencial de lo que hacemos, ese equilibrio entre las dos, entonces, cualquier idea o elemento que sirva para narrar la  historia nosotros lo usamos sin ningún temor.


En El Hombre que Daba de Beber a las Mariposas, intertextualidad y metarelato son parte importante de la obra ¿Cómo fue el proceso de construcción de la obra en cuanto al planteamiento del quiebre total de relato lineal?

Como es una obra muy personal donde  los tres autores, Laura, Dauno y yo, nos adentramos en nuestras creencias, en nuestras visiones de la vida y del mundo, y en nuestros gustos más que todo, fue muy largo el proceso que realizamos. Con nuestro lenguaje de Teatro Cinema, lo que nos propusimos y lo que descubrimo fue como realizar un viaje en el tiempo y en el espacio de forma instantánea. Eso para nosotros fue súper importante, y como realizar eso en la mente, pero también en el cuerpo y como estructurar una historia para que pudiéramos nosotros hacer esos saltos cuánticos o esos saltos concretos. Empezamos a buscar una historia que pudiera graficar lo que nosotros teníamos entre manos, que podíamos cambiar absolutamente de plano, de realidad, de dimensión, y eso nos fue metiendo en un cuento donde  entrabamos y salíamos de la realidad, y encontramos, por ejemplo, en la teoría del caos un hilo conductor  y las mariposas que tienen un vuelo caótico. Y esta teoría del caos, teniendo en cuenta lo fractal, lo macro que está en lo micro o que uno contiene al otro y al otro, por lo tanto hay infinitas realidades paralelas, y de ahí para encontrar el puente, para entrar en una y otra, había un paso y eso fue lo que intentamos hacer dramatúrgicamente con esta obra, de graficar en distintos aspectos la vida y la muerte, el viaje en el tiempo y el espacio hacia infinitos y recónditos lugares de tu universo cerebral o hacia universos estelares, para nosotros era lo mismo una cosa o la otra. Ahí comenzó el viaje circular y el viaje caóticamente circular empezó a tomar fuerza. Fue largo el proceso para  lo que llegamos a plantear en El hombre que da de beber a las mariposas, que por momentos es muy hermético, por momento se abre. Hay gente que lo entiende, hay gente que no entiende nada y se queda solo con la forma, pero para nosotros  fue un vehículo para entre forma y contenido narrar lo mismo, estar en un mismo plano.  


Haciendo un balance ¿Qué se pierde y qué se gana con esta nueva forma de hacer teatro? ¿Cuáles son los nuevos desafíos actorales qué requiere este método?

A ver, actoralmente esto nos acerca un poquito al cine, porque las escenas tienen un lapso de tiempo definida por el entorno y por los setting, o sea, por el espacio tiempo que están conformando una escena, que ya tiene una edición y un armado concreto. Ahí cada escena tiene una duración determinada que está establecida por todo el entorno. Un actor tiene que ser muy preciso, muy riguroso consigo mismo y estar muy atento porque tiene una partitura con la que tocar ciertos elementos, como si fuera un músico, él tiene  una partitura y la tiene que seguir. Eso por un lado ayuda mucho la memoria, al rigor, ayuda a estar muy concentrado y ayuda a la interpretación finalmente, porque cada actor sabe lo que tiene que hacer y se preocupa mucho de interpretar cada día de mejor manera. Para mí, esta tecnología, o el uso de esto en cuanto a lenguaje en general, son preguntas abiertas y nosotros definimos que somos un grupo que experimenta en la puesta en escena. Para nosotros, no hay nada terminado, no hay nada que comience o que  finalice, sino que son estados mentales, estados de nuestras vidas en donde nosotros realizamos un viaje y llegamos a un resultado equis. Después de esa experimentación, entonces, el teatro tradicional o el teatro de vanguardia o el teatro que usa tecnología o el teatro como se le quiera llamar, para mi depende mucho de las personas, no hay nada escrito, el teatro no existe de hecho, existen las ideas pero el teatro como tal cada vez que se acaba la obra se acabo el teatro.


Tanto en artes visuales como en literatura hay una lucha constante con la academia que se convierte en una especie de comisario del purismo de las bellas artes ¿Cuál crees ha sido la función de la academia en el teatro?

Es increíble como uno también acepta con absoluta facilidad y sumisión dogmas, códigos y estructuras, cuando la creación no tiene estructura, se trata de ir cuando es necesario a romper toda estructura para salir de nuevo a campo abierto, a descubrir qué hay después. Para mi gusto, por ejemplo, enseñar y estudiar teatro es una tontería de marca mayor, porque solamente se aprende teatro haciéndolo, no en un lugar donde te den  dos o tres normas o formulas para luego repetir. De alguna manera, lo que creemos nosotros es que en el viaje y en la experimentación personal están los verdaderos descubrimientos y las verdaderas bases para hablar del teatro que nos toca vivir a nosotros, que es muy inmediatista. Todo lo que venga después, o lo que paso antes, son apreciaciones subjetivas de las personas, pero necesitamos ponernos en desacuerdo en algo. Entonces, uno llega a la conclusión de que las obras de Arthur Miller, estructuralmente o aristotélicamente, son perfectas y yo digo sí son increíbles, pero estoy seguro que no es el teatro que nosotros queremos hacer, o no es el teatro que van a querer  hacer las futuras generaciones. Pero son piezas de museo que habría que admirar  porque llegaron a algo en su momento, ahora son geniales, igual en cuanto a conclusiones, pero el camino está abierto y la diversidad es lo  que más me interesa a mí en el teatro, la diversidad y su invitación a la experimentación y a la búsqueda.



¿Cuál es tu opinión con respecto a la labor de la institucionalidad en cuanto al fomento sostén y desarrollo del teatro chileno?

Es muy difícil hablar de institucionalidad porque prácticamente no hay, y si hay, es muy poco y esporádica. Entonces, aquí el gran valor que yo le asigno al desarrollo del lenguaje teatral es al esfuerzo, a la capacidad, a la tenacidad de  los propios actores, de las propias compañías. Hablar del teatro en, por ejemplo, de Puerto Montt, vamos a tener que remitirnos, efectivamente, a las personas que han hecho teatro, y una vez realizado probablemente van comenzar a tener algún apoyo o alguna relación con cierta  institucionalidad. Pero en general somos nómades, somos salvajes, somos hordas que andamos por las praderas mostrando lo que hacemos con bastante libertad, por eso la capacidad de resistencia de las compañías de teatro y de los actores es lo que hace que sobrevivan, pero no basado en una institucionalidad que los apoye o en una red que los sostenga sino por el amor propio.


Hace unos días falleció la escritora Agota Kristóf, cuyo trabajo inspira su obra  Gemelos ¿Cuál es la importancia que ustedes le atribuyen a su trabajo en general y al legado artístico que deja?

Ella fue una mujer muy marginal, ella venia de Hungría, llegó a Suiza. Hablando húngaro escribió todas sus novelas en francés, eso ya fue un trabajo duro, un trabajo iniciático tremendo. Primero, vivir en una sociedad, en un mundo que no tenía nada que ver al de ella y luego hablar y pensar y crear en otra lengua, eso ya para mí es tremendamente valorable. Y toda su visión de la vida, su visión negra, apocalíptica de la vida en general y de las relaciones humanas, tienen que ver con su propia historia. A nosotros nos deja una mirada un poco dura acerca de la existencia, pero también toda esa capacidad de sobrevivir y sobreponerse y de resiliencia del ser humano. Ella lo hizo, se repuso, hizo su propio trabajo resiliente y en sus novelas siempre es así, aprender a soportar a sobrevivir y a superar todo. Su escritura es muy directa y de acción. Es una mujer que no está con los virtuosismos literarios porque estaba escribiendo en un idioma que no era su idioma originario, pero ella apunta directamente a nuestra humanidad completa. Para mí, ella es casi un obrero de la escritura, porque ella escribe hechos y te los muestra y es de una herencia muy Brechtiana también.


¿Qué  viene para Teatro Cinema en el corto y el largo plazo?

No sé, sabes que yo creo que, o nos estrellamos o tomamos vuelo, porque vamos con los motores medios incendiados. De verdad, no tengo idea. No hay futuro. No hablo del futuro, puede que terminemos aquí en Puerto Montt porque esta súper difícil, porque esta época no le otorga ningún valor a la idea, al pensamiento, a la búsqueda. No. Viene todo embasado, todo muy procesado, todo  muy clonado, entonces preocúpate de ti mismo, de tus cosas, olvídate de lo colectivo, olvida  la crítica, olvídate del pensamiento. Compañías como la nuestra ya están en peligro de extinción, ya somos dinosaurios. Ahora viene el momento en que actores venden su capacidad de trabajo y se reencuentran y un poco ganan dinero y si no funciona adiós y si funciona bien, pero es una época muy materialista y muy artificial.




Por Hernán Mañao. 

miércoles, 20 de julio de 2011

La cotidiana deformidad

Polifonía Bicéfala, grafito sobre papel.
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1. Desde principios de la década  pasada Beto Martínez viene haciendo apariciones regulares en galerías con diversas exposiciones individuales y colectivas y selecciones en concursos de dibujo, grabado y pintura en ciudades como Viña del mar, Valparaíso, Santiago y Buenos aires. Alumno del profesor Jorge Martínez; un capo del grabado calcográfico y ex integrante del ya mítico Taller 99, Beto Martínez  ha desarrollado un trabajo de una coherencia intrínseca donde la técnica, que Beto Martínez  maneja a su antojo, parece estar indivisiblemente unida a su temática. 

2. La delimitación de un espacio o territorio de producción, entendiendo éste como la base sostenedora de un discurso artístico, juega un papel fundamental al momento de articular un método de producción particular y distinto, y esto es algo que  Beto Martínez entiende y de antemano hace bien. Como un buzo Martínez pareciera sumergirse con pericia táctica  en una cotidianeidad deforme y sobrecargada de formas y de información, un terreno caótico desde donde  articula y da  forma a su trabajo.

3. Barroco y en ocasiones grotesco, Beto Martínez monta un frondoso entramado  grafico que pareciera azaroso, pero luego no lo es, donde se mimetizan y aparecen rostros, siluetas, cuerpos, objetos, fragmentos de identidad  que en la sobrecarga lineal encuentran su modo de crear escenas que nos remiten al ajetreo individual y colectivo, a  una civilización enajenada y apática que convierte a Martínez en su documentalista. Sus trabajos son un registro critico de una realidad cada vez más atrofiada de humanidad, en la que generalmente solo atisbamos flashes, siluetas y sombras fuera de foco que en Martínez devienen en escenas casi solemnes como en “Encuentro” (grafito sobre papel),“desayuno final” (grafito sobre papel), “Espera y tránsito”(aguafuerte sobre zinc).
 
4. Las imágenes se transforman llegando a ser rastros, de lo que estuvo y lo que estará, un ejemplo claro de esto es el trabajo: Polifonía Bicéfala, grafito sobre papel. Dibujo seleccionado en el Salón Nacional de Artes Visuales 2009 donde se aprecia como lo indica el titulo dos rostros o cabezas siamesas en medio de un gran espectro de formas que tienden hacia una búsqueda orgánica como un ramaje de cuerpos y formas embutidas y sonando en conjunto.

5. El Profesor Jorge Martínez dice de su trabajo: “su obra, en lo técnico y en lo temático es un testimonio del hombre contemporáneo: fragmentado, integrado, desintegrado y total, de sus luchas contradictorias y de sus pausas esclarecedoras, en fin, de sus preguntas cargadas de respuestas”. Y sí, porque Beto Martínez  no se pierde y logra entregar respuestas, en medio del caos lineal e iconográfico, articulando así su propuesta.

6. Desde la gráfica, donde Beto Martínez alcanza sus puntos más altos y con una obra  pictórica  que pareciera acontecer por desplazamiento, Martínez nos llama a hacer una pausa y ver los rostros de “lo otro”, en un acto de búsqueda y descubrimiento, en las sugerencias gráficas, a ver en la deformidad nuestra cotidianidad y en la cotidianidad el arte.


Por Hernán Mañao
                                                                                   Link con trabajos
                                                                                   http://betomartinez.blogspot.com/
                                                                 

viernes, 15 de julio de 2011

LA FRUSTRACIÓN DETRÁS DE LA VIÑETA



         En el año 2002, Frank Miller entrevistó durante tres días a Will Eisner. Por supuesto, de lo único que hablaron fue de cómics. Todo estaba planeado para concebir un libro de no ficción en el que el padre de la novela gráfica y uno de sus más retorcidos exponentes cercenaran el género. Sin embargo, debido a las desorbitantes horas de grabación, el libro se publicó cuatro años después de ese encuentro, unos meses después de que el splash page de la vida de Eisner acabara de rotularse. Hasta esa fecha, el creador de The Spirit nunca dejó de hacer cómics y, con todos esos años en la industria, era una especie de almanaque biológico de la cartografía de la historieta norteamericana. El viejo Eisner había visto la historia del género frente a sus ojos porque, al fin y al cabo, era su propia historia.

En la mitad de Eisner/Miller, el resultado textual de la transcripción a esa entrevista, Will Eisner le dice a Frank Miller que el problema privativo de la industria del cómic es esa mentalidad esclavista que tiene hacia los dibujantes, esa expropiación de creatividad que ejerció por más de medio siglo sobre importantes artistas. De ahí en adelante, el diálogo que llevaban transmutará su temática académico genérico y se deformará en un pelambre poblacional sobre la historia del cómic. Aparecerán nombres y situaciones descabelladas, puñaladas por la espalda, actitudes cobardes de próceres de la historieta, la figura de Jack Kirby como el gran perdedor, editores contratados por la mafia y, como resultado de todo, la infinita frustración de los dibujantes. Eisner parecerá más un opinólogo de la farándula que un estudioso del medio. A pesar de esto, el viejo Will Eisner no mentía, solo retrataba el making off de la viñeta, algo tan real y escabroso como macabro: la injusta condena de los dibujantes al olvido. Y al leer la segunda parte de Eisner/Miller, es inevitable no pensar en la novela gráfica que desentrañó con ironía ilustrada estas situaciones: Pussey! de Daniel Clowes. 

Hace más de veinte años que Clowes viene saturando el género del cómic, desde que cimentó su obra de los desechos del underground. Con el tiempo, se ha vuelto un referente inapelable para comprender el desarrollo del medio. Pussey!, una de sus producciones más piola, es una radiografía medular al sórdido funcionamiento del dispositivo editorial. A través de un conjunto de historias autoconclusivas, esta narración gráfica exhibe los momentos substanciales de la vida de Dan Pussey, un nerd crónico que ha hecho de los cómics su paradigma existencial. Dibujante profesional, fanático patológico e inadaptado sociosexual, Pussey revolotea entre el aparente reconocimiento de sus pares y el desarraigo de una sociedad que no comprende su fanatización. A todas luces, es un perdedor. Una particularidad que se intensificará cuando la editorial que lo exaltó a la popularidad lo tire al vacío de la frustración.

Pussey! revela el canibalismo competitivo que se esconde detrás de las viñetas, esa carnicería industrial que nadie ve por las rotulaciones y el entintado. Clowes utiliza el género para denunciar a las editoriales que fructifican con el género. Por ello, sus personajes son una alegoría bien ajustada al fragmento de la realidad que hay en la producción de toda historieta. Pero también, está esa manía del autor de Eigthball de delinear el fracaso, de cincelar el pozo de la degradación humana. Porque Pussey!, aparte de aludir al funcionamiento de los engranajes de la maquinaria editorial, encarna la aniquilación desmoralizadora y la decepción de esos dibujantes de los que hablaba el viejo Will Eisner. Dibujantes reales que se resignaron a subsistir en los contornos de una corporación que no los beneficiaba, solo para desarrollar lo que realmente los apasionaba en sus miserables vidas.    

Camilo Tapia

Link de descarga Pussey!:

martes, 28 de junio de 2011

Blow Job Colectivo (Mejicaneado de Valente es mi copiloto)


Hablemo a lo vió: la narrativa chilena, la del primer decenio del siglo XXI, ha sabido dislocar esa tradición escritural que, a veces, o en realidad, muy frecuentemente, desanima, aburre o juatea. Porque ésta es escritura hecha desde la fisura de la literatura; es decir, desde esa grieta donde la literatura se confunde o se conjuga con la multiplicidad de formas narrativas, forjando obras mutantes hasta lo inconcebible. Y eso, a mi entender, es bueno. Buenísimo. Ya que, al lado de la prematura experimentación del laboratorio literario de los ´80 y de la producción escritural de cartón de los ´90, obras como Ygdrasil, Caja Negra o Bonsái –sin olvidar a Synco, La Vida privada de los árboles o Música Marciana, si es que debería agregar Cien- parecen tener mucho más ruido, mucha más saturación, mucho slipstream y poco, a ratos o bastante en otros ratos, de literatura. Son novelas que era necesario que se escribieran en Chile. Novelas que, desde una óptica de apertura escritural, parecen ser los acoples claves de una música piante que intenta armonizarse.

Y, tal vez, solo tal vez, esta renovación tenga sus antecedentes en: uno, la buena lectura que los autores de esta generación hicieron de Bolaño, para quien la poesía del siglo XXI era la novela. Y, como estamo hablando a lo caallero, digámoslo: la poesía chilena, desde Rodrigo Lira, no, mejor desde esa especie de canon que intentó establecer Enrique Lihn en sus carteos con Bolaño y que denominó los Seis Tigres de la Poesía Chilena [1], no ha exhibido nada nuevo. En otras palabras, la elaboración actual de poesía no es más que un tumor en la obra o en los lomos de estos felinos. Pero tranqui, con este panorama hasta a mí se me hace, ya que desde el filtro que da Bolaño, la new poesía chilena, aunque suene un tanto idiota, la está escribiendo esta generación, estos autores, estos libros. Dos, la existencia de George Perec. Ahí no ma. Tres, la disímil nutrición que poseen estas novelas que poco o nada le deben a la literatura académicamente sometida. Por el contrario, éstas son obras que se lían junto con el animé, el manga, el cine de bajo presupuesto, los cómics, la filosofía punki de Ricky Espinoza, los periféricos subgéneros literarios, la trucha televisión chilena, la, aún más trucha, década de los ´90, el new age, el street art, Internet, el ciber espacio, la mitología chilena y los animales raros que aún hasta el día de hoy se excluyen de la literatura.

Estoy hablando de Jorge Baradit, de Álvaro Bisama, de Alejandro Zambra, en un segundo escalafón de Francisco Ortega y, más abajo pero más, más abajo, de Mike Wilson.

Por lo tanto, tasemo:

Baradit publica en el 2006 Ygdrasil y deja la patá. Una novela de Sci Fi capaz de licuar mitología regionalista, esoterismo, procesos históricos fantasmas, pornografía y el ciberespacio; todo acicalado con poesía hardcore de dispositivos tan diversos como el password para ingresar a un machitún. Es una Sci Fi a la chilena, a la latinoamericana, pero al mismo tiempo, una novela que extirpa toda supeditación incubatoria de tradición literaria, para amamantarse fruitivamente de componentes culturales orientales. Porque Ygdrasil parece escrita por un otaku, es decir, por un fanático patológico. El resultado: una novela que pareciera ser un animé o el posible guión de un buen cómic.

Álvaro Bisama ha publicado los libros de crónica Zona Cero (2003) y Postales Urbanas (2006), las novelas Caja Negra (2006) y Música Marciana (2008) y Cien Libros Chilenos (2008) donde intenta descifrar las transfiguraciones que ha sufrido Chile desde La Araucana hasta Ygdrasil. Respecto a su primera novela, Bisama, como un científico piante parece extremar con la experimentación y con la mutación y con la disgregación de la médula vertebral de la narratividad. Caja Negra es un libro salido de tubos de ensayo, pero no de los meticulosísimos ensayos de Diamela Eltit, sino de experimentaciones más bien casuales, accidentales. Un buen ejemplo del proyecto slipstrem escrito acá, en Chile.

Alejandro Zambra - el más silente de esta clika, pero también, creo, el más chorizo – publica Bonsái y La Vida Privada de los Árboles (2007) por Anagrama. Bonsái es una miniatura, respecto a la mínima cantidad de páginas que posee, pero que, al igual que un bonsái, tiene una mística cuática. Pero claro, esta mística no es tan mística, es literaria. Zambra, en Bonsái, esboza un resumen hecho a la rápida que se concreta en una sinopsis editada con precisión. El fansfilm de una obra literaria inexistente que la propia novela niega, porque el resto, todo ese engranaje de situaciones que circundan a un simple hecho, es literatura.

Hasta aquí, todo bien. Como ya dije, buenísimo. Todo bien también con Francisco Ortega, quien en El Número Kaifman pone a Chile como geografía de una conspiración que data del siglo XII y que recorre desde el régimen nazi, pasando por el Pentágono, hasta los más altos cargos del Vaticano. Entre medio, hace explotar el patio de comidas del Mall Plaza Arauco, crea un Hardware biológico y pone como protagonista de estas aventuras a un solterón de ultraderecha.

Bien. Pero como no he dejado de hablar a lo vió, y me percato, me doy cuenta, tomo conciencia de que, con la aparición de El Púgil (2008) de Mike Wilson, a esta generación – a excepción de esa especie de Ickins de Ahhhhhh Monstruos que es Alejandro Zambra – se le nota mucho el mariconeo, el sobajeo literario, el Blow Job colectivo que practican para encumbrar una novela que está muy por debajo de la calidad escritural actual.

Bisama dice: “Hay algo que perturba en El Púgil: tras su piel de low tech y sus citas al imaginario pop […] brilla acá la nostalgia de una épica rota”. Ortega sentencia: “Mike Wilson escribió una novela que es al mismo tiempo una enciclopedia pop…de ese pop que es parte del disco duro de la humanidad del siglo XX, XXI, XXII y lo que siga…”. Y Baradit emite: “Mike Wilson induce a la colisión la realidad, la cita y la memoria para fabricar […] una especie de derrumbe por sobrecarga en la mente del lector”. En una actitud que hace que se arrodillen hasta la pelvis de Wilson y que, desvergonzadamente, critiquen felando.

Por supuesto, El Púgil tiene cosas buenas, aunque mínimas, como la trinidad transfiguracional en la que, a lo largo de la novela, se procesa el protagonista y la irrupción gramatical del habla de un modelo, más o menos rústico, de una IA que. Es. Más. O. Menos. Así. Pero está lo malo, el escritor chileno-norteamenricano-argentino hace una novela que, al parecer, debe descomprimirse en WinRAR, ya que es un acopio o una lista de citas prensadas. Y esto, es decir el inventario pop que sus amigos enaltecen, es lo que desmenuza a El Púgil. Primero, porque algunas de las citas se clonan hasta la saciedad, no, hasta la saciedad no, hasta la coronilla, en una novela que no supera las 150 páginas. En otras palabras, el 60% de la escritura de El Púgil es reiteración de cita, reiteración de cita, reiteración de cita, reiteración de cita. Y segundo, porque estas citas, a excepción del cuento inconcluso de K. Dick y de la nevazón homicida que resulta ser El Eternauta, derivan de una cultura que para nosotros, los lectores que teníamos entre cinco o siete años en 1990, nos parece demasiado relativa, demasiado familiar. Es el pop que masticábamos mientras nos hacíamos adolescentes: las películas que la televisión canonizó con una, o a veces dos, transmisiones al año, los primeros animés que se masificaron en Chile, la producción fílmica de Sci Fi de los últimos diez años y las siempre ricas heroínas hetairas. ¡Holaaaaa enfermera! Y posiblemente esta cultura nos haya cautivado, incluso fanatizado, pero cuando teníamos 10 ó 12 ó 14 años. Hoy en día sabe a descompuesto, lo que hace que El Púgil se ensamble mal, con piezas obsoletas y encajadas a la fuerza, como si Mike Wilson se hubiese estado quedando atrás de esa detonación visceral que es, en la literatura, la primera decena del año 2000, como si hubiese escrito su libro en tanto hacía clases. Todo, para estar sentado en las conferencias, al lado de sus amigos, al lado de sus críticos: al lado de los grandes.

[1] Estos autores son: Claudio Bertoni, Diego Maqueira, Juan Luis Martínez, Rodrigo Lira – que, no es porque lo diga el Woody Allen de Bolaño, es el mejor de esta crew - , Armando Rubio y el mismo Roberto Bolaño, quienes constituyen una especie de Watchmen al interior de la poesía chilena. Y lo digo, primero, porque supieron - a pesar de los traumas de algunos y de la esquizofrenia de otros - salir victoriosos de las sombras de esos supervillanos en que se habían convertido Neruda, de Rokha y Huidobro; segundo, porque sus antecesores son Los Minutemen de la generación del ´50 y, tercero, porque pese a la subterraneidad a la que estaban condenados – por esa especie de Tratado Keene que es la academia - , hoy en día se leen, se publican sus textos inéditos y se estudian en las universidades. Con respecto a lo de Lihn, destacar la capacidad de análisis literario que realizaba a mediados de los ´80. Lihn presagió, como un oráculo, que éstos eran los autores que se estarían leyendo en el año 2000. Y no se equivocó. 
Por Camilo Tapia