miércoles, 24 de agosto de 2011

MIEDO



César Cabello Salazar
Las Edades del Laberinto
80 pág. 2011
Piedra del Sol Ediciones

            Existen algunos poemarios que dan miedo, la causa no es el contenido macabro que puedan concentrar sus versos, sino el sentido de desorientación y confusión que provoca en los lectores. Leerlos puede ser un ejercicio esquizofrénico o un acto de valentía. Lo digo pensando en ese revoltijo sin pies ni cabeza en el que a veces suele convertirse la poesía, y donde, al parecer, lo único que queda por hacer es tirarse al suelo en posición fetal, chuparse el pulgar y esperar a que ocurra cualquier cosa. 

            Uno de estos es Las Edades del Laberinto (2011) del poeta mapuche César Cabello (Santiago, 1977), que este año vuelve a editarse. Su título es una advertencia exacta del terreno engorroso y difuso al que se penetra inocentemente y del que, probablemente, nunca se saldrá con vida. Porque esta es la materialización de ese “gusto de la noche/ el equívoco y los laberintos/ a las cosas que son/ pero asemejan otras” al que se aferra su autor. Pero a diferencia de los laberintos reales donde se programan las equivocaciones, el texto de Cabello promueve la inexactitud y el desconcierto del lector porque su escritura es un descuido en si misma, una pieza que incita al error porque no va ninguna parte y se pierde y desperdicia en sus propias pistas.

             Este gesto de barroco forzado pudo haber sido la inflexión substancial del texto. Sin embargo aquí la metáfora y la alegoría se diluyen en sus acicaladas construcciones, dejando toda referencia real inoculada de una irracionalidad que mutila su lectura. En ocasiones, César Cabello logra moldear una que otra temática que señala un posible camino a seguir, pero el gusto desproporcionado por lo exótico (Un jaguar herido me andaba en los amores/ como el dios que se obscurece/ y orina/ sobre el agua) y las buenas imágenes (Estoy seca/ cago solo polvo) descomponen su importancia. Ahí intentan estar el hijo bastardo y el regreso a casa, la madre inútil y el héroe blasfemado, la sublimidad de la música y la perfección de la poesía, todos atrofiados por el exceso de viñetas rupestres que inundan a estos poemas. O por la inoportuna plaga de referencias (Los amantes sorprendidos en la cópula/ de un poema que no es mío) que transforma el mecanismo simbólico en un inescrutable campo minado. Así, tratar de descifrar la ruta de salida de Las Edades del Laberinto se vuelve una práctica abrumadoramente tediosa. Fome.

            Si lo que pretendía César Cabello era forjar un laberinto escritural donde el enredo y la perturbación fueran parte esencial de su lectura, lo ha logrado, pero en la forma primitiva de un cubo rubick lárico, fundamentalmente metafórico y saturado de hipervínculos textuales. El resultado empaña el carácter medular de una obra que dice más de lo que debiera decir. De hecho, es difícil discernir si existe un carácter medular. Y si para el hablante de Las Edades del Laberinto esto es “caer con todo el peso del cuerpo en el poema”, para los lectores no es más que sacarse la chucha en medio de una densa oscuridad que lo único que causa es miedo.  

Camilo Tapia

1 comentario:

  1. ...Cuando la crítica supera lo criticado... Mi admiración para Camilo Tapia

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