miércoles, 11 de abril de 2012

Sacar la ropa sucia

Breve apunte sobre autogestión editorial




     En tiempos en que, pese a todos los pronósticos nefastos, los vicios políticos y sociales y la censura elitista están a la orden del día, internet se ha convertido en una herramienta que democratiza las posibilidades de acceder a publicaciones y de publicar cosas propias.

   El mundo editorial está cada vez más encerrado en sus políticas anacrónicas, priorizando los éxitos de venta y las obras premiadas, alejándose cada vez más del descubrimiento de nuevos autores, la difusión de autores olvidados y poco conocidos. Proyectos como el de Hernán Casciari con su revista Orsai demuestran que el libro no está muerto, que internet puede generar comunidades de lectores, sistemas alternativos de venta y difusión, por fuera de los intermediarios y del mundo editorial tal como se lo conoció hasta el siglo XX.

   Si bien en Argentina y en mi ciudad, Córdoba, hubo una explosión de editoriales independientes (muchas de ellas, excelentes en lo que hace a catálogo y presentación), hay algo que sigue fallando: se crean mini ecosistemas culturales con sus propias elites y régimen de castas, en el que se debe ascender mediante una cadena de jerarquías sociales que tienen menos que ver con la literatura y más con las cuestiones de piel, de apellido, de género o de estructuras de parentesco, filiación política, etc. Y esto no quiere decir que lo que se publique sea malo. Quiere decir que al autor que tiene intenciones de publicar se le impone la desagradable obligación de utilizar la ingeniería social para lograr publicar su libro cuando se supone que tiene que concentrarse en la escritura y nada más que en la escritura.

   Nunca formé parte de dicho ecosistema. Mi experiencia previa se resume a la publicación de una revista de humor negro anárquico y agresivo que fue financiada por un mecenas voluntario, enamorado de la causa. Luego, editorial mediante, un libro que cerraba el capítulo de la revista. Este libro en coautoría fue financiado por uno de los autores pero editado por una editorial independiente. Sin voluntad de renegar de esta experiencia (que siempre enriquece), no quedé conforme con los servicios incluidos en los honorarios de la editorial. A saber: edición, diseño, presentación, distribución y venta.  Me refiero, por supuesto, a los últimos dos: la distribución y la venta, las cuales siempre son deficientes. Y no es que sea esa editorial puntualmente. En general, las editoriales independientes distribuyen muy poco los libros. Y los venden tímidamente.

   Es por eso que, un año después, me decidí a sacar mi ropa sucia yo mismo. Conseguí personas que colaboraron con aspectos puntuales (corrección, ilustración, diseño y prólogo) y, por lo demás, me encargué yo mismo  de hacer registros legales, conseguir presupuesto e imprimir en una buena imprenta, controlar que la encuadernación sea de buena calidad y cuidar que no me entreguen ejemplares fallados (algo que sucede más a menudo de lo que parece). También corrió por mi cuenta la organización del evento de presentación con música en vivo y luego la distribución y venta de los ejemplares en librerías locales. Además, aproveché mis vacaciones para vender ejemplares a la gente que me encontré durante mi viaje. Los resultados: de ninguna de las dos formas uno se hace rico. Pero tampoco es la riqueza lo que uno persigue sino la libertad. La libertad de ahorrarse el pagar servicios que no se brindan y poder disponer del control sobre la totalidad de ejemplares existentes, del precio al que uno lo quiere vender para que sea accesible y de obsequiarlo si la situación o la persona lo merece.

   No hubiera podido contar con más de dos o tres personas de público sino hubiera utilizado las posibilidades gratuitas que brinda internet: redes sociales, blog, mail, etc.

   Un año y medio antes de sacar el libro, creé mi cuenta de Facebook, comencé a difundir allí los enlaces de los relatos que iba publicando en el blog así como las notas o artículos que escribía para algún otro sitio. Cada día subo una frase, pensamiento, axioma que se me ocurre y lo comparto con mis contactos como una forma de mantener comunicación cotidiana. El trabajo de hormiga de escribir todos los días- y compartir con una comunidad virtual que te retroalimenta- a la larga va generando sus frutos.

   Ropa Sucia es una breve colección de narraciones minimalistas que giran en torno al sexo, el terror y  la violencia; contados en un tono que oscila entre el humor negro, el laconismo insolente y el sarcasmo melancólico. Fue editado completamente de bolsillo del autor- quien esto escribe- y la distribución y venta también corrió por parte del mismo. La experiencia ha sido hasta el momento de lo más gratificante. Varios de los relatos contenidos en el libro fueron publicados originalmente en www.elsordidotopico.blogspot.com.

   Por otro lado, en coescritura con mi colega Guillermo Bawden, publicamos semanalmente una novela epistolar situada en una Córdoba postapocalíptica invadida por zombies, en la que dos grupos de supervivientes intentan comunicarse a través de una paloma mensajera. El proyecto comenzó como un juego literario  y es muy probable que termine por aterrizar en el formato papel. La historia se va tejiendo a contrapunto mediante capítulos breves escritos por ambos autores. Se puede seguir en www.letramuerta-cba.blogspot.com.

   Con todo esto no quiero decir que me cierre a la posibilidad de volver a publicar en una editorial (independiente o dependiente, no encuentro la diferencia), sino que me resulta divertida y disfrutable la sensación de sacar algo en papel cuando ya hay un mínimo de público interesado en leer. Al fin y al cabo, no importa el origen ni el final, sino la lúdica del proceso, el goce estético de la experiencia, la producción de ideas e imaginación llevada no solo al contenido de la obra sino también al formato y a la manera de cristalizarla en un objeto-libro.

   Lo más hermoso de esta cuestión y lo que en verdad me importa destacar es que mi proyecto no es el único, ni el primero, ni el último. Y esto significa que, poco a poco, la idea de publicación mediante sello editorial dejará de ser una traba para convertirse en un factor más de legitimación. Pero no el único.




Cezary Novek
(Córdoba, Argentina)
Espacial para Tatuceras

martes, 25 de octubre de 2011

¿CÓMO EVITAR QUE SE REBALSE EL WATER?



(…) Triste clown, miserable
mezcla de mono y rata, cuyo rabo
peinan en Wall Street con pomada de oro,
no pasarán los días sin que caigas del árbol
y seas el montón de inmundicia evidente
que el transeúnte evita pisar en las esquinas!

Pablo Neruda – Canto General



         Hacia 1948, cuando el “gobernar es producir comenzaba a mostrar sus primeros resultados en la sociedad chilena, llega a la presidencia Gabriel González Videla, controvertido y ambiguo presidente de Chile.

         En un Chile azotado por una incipiente recesión postguerra, González Videla, luego de múltiples baches y vericuetos gubernamentales, arremete contra su principal plataforma eleccionaria y proscribe al Partido Comunista de la esfera política de nuestro país, persiguiendo e inhabilitando todo cargo, cercanía y militancia PC con la mentada Ley de Defensa Permanente de la Democracia, más conocida como “Ley maldita”. De esta manera, inaugura Pisagua como una versión criolla de Auschwitz, relegando a cerca de 500 chilenos, e incluye en su gobierno a sectores de la vereda política opuesta, marcando un hito en la historia presidencial y de traición en nuestro país.

         Estos acontecimientos, de hace más de 50 años, parecieran ser lugares comunes en el manejo político del actual gobierno. Y no me refiero sólo a la inclusión de un par de moderados con alma de aliancistas al gabinete del sr. Piñera, sino al famoso proyecto de ley que modifica el artículo 269 del código penal: la llamada “Ley Hinzpeter” o “ley antitomas”. Dicha ley calificaría como delito cualquier “ocupación o invasión ilegal de inmuebles” desde viviendas deshabitadas a centros comerciales, religiosos y los mismos centros educacionales. Además, se incluiría en la noción de “desordenes públicos”, la interrupción de servicios públicos, el saqueo, las faltas de respeto a la autoridad y todo lo anterior, con la yapa y agravante terrorista de actuar encapuchado.

         Una modificación legal que no es consecuencia de una necesidad de la población, sino producto de la ineficacia administrativa y mal manejo de la fuerza policial. Hecho que se ve demostrado al analizar la confusa figura legal que tipificaría de la misma forma a marchas no autorizadas, a protestas de pacifismo activo en la vía pública, a la toma de las calles ante la nula afluencia de las micros, al saqueo de grandes cadenas de supermercados y a las barricadas conmemorativas en alguna población de Santiago.

         En un momento histórico para las organizaciones sociales en Chile, donde, creo, se logró resemantizar la protesta popular y que los mismos actores tomaran consciencia de su papel en los cambios históricos, no debiera asombrar que la clase política y los sectores amenazados por esta especie de huracán reivindicativo busquen proscribir la indignación.

         Ahora bien, la discusión que me interesa poner en el tapete, y que ha pasado casi desapercibida, es en relación a las nuevas atribuciones de la policía, entre las cuales está la requisición o retención –sin orden previa de un fiscal- de las imágenes y videos captados por algún medio de comunicación durante alguna protesta o ilícito. Este hecho, que es lisa y llanamente un atentado a la malograda y manoseada libertad de prensa, es el que en un futuro separará de manera artificial –en una paráfrasis de la noción de conciencia de clases- a la prensa para el pueblo y la prensa contra el pueblo, hecho que no es del todo perjudicial, pero que reducirá la labor del periodista a escoger un lado de la verdad de la noticia, desechando ese caldo de cabeza que era la pretendida objetividad ante los hechos que muchos aún intentaban (y que de todas maneras nunca existió). Un oficio que debiera tener una voluntad más analítica que política, si nos pensamos junto a Alicia en su país de las maravillas, pero que si lo llevamos a nuestra realidad, en algunos casos permitiría reforzar las trincheras con periodistas que estén dispuestos a dar la pelea por la libertad de la información, a la manera de los cronistas de la segunda república en la España del 36´o tal como lo hicieron muchos fotógrafos en la dictadura de Pinochet, que veían en su foco lo más parecido a la punta de una bayoneta.

         Todos los oficios ligados al despliegue de información audiovisual, es decir, la labor de fotógrafo convertida hoy en un juego de cuicos, la de camarógrafo basada en filmar destrozos, llantos y culos fotogénicos y la de periodista en terreno, que reside en inventar acontecimientos y “climas ciudadanos” según la línea editorial del canal (hecho que queda demostrado con la prensa internacional), podrían ser cambiados por una labor profesional con una línea más política, confrontacional y verdaderamente independiente, al ya no sólo ver sus intereses económicos en juego, sino también su integridad física y libertades personales.

         Es de esperar que las consecuencias de medidas tan torcidas como estas no tengan frutos ni los resultados esperados. Pues claramente es un golpe de autoridad frente a un pueblo que sólo tiene sus pulmones y “el poder del voto” contra un ejército muy bien armado, que siempre ha buscado proteger a los mismos gobiernos, no de los bolivianos sin mar, sino de la ciudadanía consciente que estaría dispuesta a dejar lo que sea por cambiar toda esta wea.

         No es una sorpresa que Piñera tome el papel histórico que le correspondió a González Videla, si Hinzpeter ha querido hacer de comandante Merino.

         Consejo práctico: la mejor manera de evitar que se rebalse el wáter de tanta mierda es cambiando la taza del baño y limitando la entrada. Se detendrá por sospecha a cada pedorro y pedorra para evitar futuras indigestiones. Todo el que oiga o huela algún aroma sospechoso deberá prestar declaración.



         Por Matías Rojas G.

ESCARBAR EN LA COSTRA


Hebras viudas
David Bustos
Editorial Cuarto Propio
2011
76 pág.

“Coges el cuchillo para escribir un poema/ no logras empuñar con fuerza” se lee a la mitad de Hebras viudas (2011), el último poemario de David Bustos (Santiago, 1972). A esas alturas, ya todo está perdido, ni siquiera la literatura es ese cobijo imperturbable que aquieta la realidad. Sin embargo, Bustos recurre a ella para descifrar las averías de su separación familiar y encarnar el remordimiento de su íntimo lloriqueo.

            Hebras Viudas es un examen de conciencia que exhibe la imperfecta resignación de su autor frente a la caducidad de su matrimonio. David Bustos recoge los restos de sí mismo y expone la intimidad de su sicótica restauración emocional. De esta manera, transcribe el padecimiento progresivo de su abandono  y describe, desde la devoción a la ternura (“Ahora en su dormitorio manipula invisibles diálogos de/ muñecas y peluches/ Ella es el ventrílocuo de su mundo”) hasta la secuelas del destierro (“Clavado a la cruz de la familia disfuncional que somos”), las estrategias de sobrevivencia de su ruptura y aislamiento. Pero ni los cigarrillos, ni los litros de té, ni Lacan, ni Freud, ni las sesiones en el diván amortiguan el desconsuelo de una existencia que subsiste entre los residuos de sus recuerdos: “Sacas el colchón al sol/ observas la erosión del peso/ sobre la superficie. Hace más de un año/ que nadie duerme a tu lado/ la simetría de una pareja estable/ el viudo colchón de dos plazas”.

Entre medio de este proceso, Hebras viudas delata la paranoia de la culpa y sus efectos. Poco a poco, configura lo que parece ser la última pataleta de un desposeído que reconoce su vulnerabilidad. Bustos calibra de forma gradual un gemido que se condensa en el alarido de su propio arrepentimiento. Derrama constantemente su memoria para escapar de su despojo familiar y habitar en los contornos de un tiempo estático y habitual: “Un director de cine neurótico/ cansado ilumina con palabras sueltas/ un escenario que ya hace meses/ ha sido desmontado”.

Así las cosas, es posible leer Hebras viudas como si fuera la bitácora confesional de un desesperado, un diario de vida capaz de sustentar la recóndita intimidad de un emo. No es extraño: David Bustos escarba en la costra de su disolución familiar (“Atrapado en un tiempo que no te pertenece”) para buscar un alivio a su desprendimiento. El ejercicio, por supuesto, roza el trastorno y el despecho. Esta alusión de masoquismo quinceañero convierte a estos poemas, a ratos, en un lamento insoportable, en la reiteración de una necrológica que nadie quiere escuchar. 


Camilo Tapia

sábado, 1 de octubre de 2011

OJO CON LOS PARÁSITOS



        Hoy por hoy, la política está en más bocas que antes. Ya sea por el alza del gas en Magallanes, por los derechos civiles de las parejas homosexuales, por el salvaje aniquilamiento ambiental de Barrick Gold o Hidro Aysén, o por el grosero negocio de la Educación, la salud, las Isapres, las AFP. Está bien. La gente después de años de garrotazos, decepciones, frustraciones y promesas incumplidas está un poquito más desconfiada y está intentando incipientemente recuperar los espacios políticos de participación de masas. 

        Eso a nivel de “masas”, o de “ciudadanía” como se los llama hoy en día, pero a nivel de aparatos políticos la cuestión resulta más que nunca nauseabunda. 

       Sabemos, por una parte, que el gobierno actual, encabezado por el "señor" Sebastián Piñera, pertenece al sector más “flaite” de la burguesía; aves de rapiña, animales carroñeros  que llenan sus abultadas billeteras a través de la extracción de plusvalía principalmente absoluta, los cuales han arrasado históricamente, y de la manera más grosera, las riquezas naturales de Latinoamérica y han parasitado del capital financiero y retail sin impulsar ningún proyecto productivo.

         Pero a su vez, sabemos que este sistema “democrático” permite la existencia de un bloque de “oposición”. Y es aquí donde quiero detenerme porque el olor nauseabundo es insoportable. Si bien, en este país existen muchos cara de raja, estos “señores y señoras” de oposición llegan a un extremo que roza lo bizarro. No sólo apesta verlos en las marchas, “apoyando” las demandas populares; no sólo apesta ver nuevamente sus banderitas cínicas de traición histórica; no solamente apesta escuchar a la ex ministra Yasna Provoste o a la vieja del jarrazo opinar a favor del movimiento estudiantil, acusando al gobierno de hacer oídos sordos a las demandas de la gente o que el sistema educacional está colapsado; escuchar al milico de Vidal, ex vocero de gobierno, decir que la derecha no ha sabido interpretar los problemas de la gente porque les ha faltado gobernabilidad y voluntad de escuchar;  ver a los parásitos intentar "refundar" un bloque de centroizquierda que refleje las demandas de la población . Esto no sólo es ser cara de raja, sino es un escupo en la boca, una patá en la guata, una violación sistemática, una vuelta bizarra de chaqueta, conductas dignas de psicópatas, porque los parásitos ni se arrugan.

       ¿Acaso no fueron los autodenominados señores progresistas, centroizquierdistas, concertacionistas, o cómo se quieran llamar, los que han tirado a la chuña los recursos naturales tales como el agua, la Patagonia o Pascua Lama, que han precarizado las condiciones laborales de manera escandalosa, que han mantenido salarios de hambre mientras han permitido que el retail despedace a la gente con créditos y tarjetas, que han sostenido el lucro más descarnado con la salud, la educación y la vivienda, que han reprimido a la gente de manera bestial (o no señor Belisario Velasco), que han matado mapuches, que han creado la ley antiterrorista para justificar la repre, que tienen las cárceles llenas de gente y las calles llenas de pacos y que han sostenido a los señores empresarios engordando y satisfechos de lo fácil que ha sido empelotar a este pueblo "embrutecido"?.

          Son éstos dos bloques los que se creen dueños de la moral y las buenas costumbres, del concepto de ciudadanía, democracia y participación, del concepto de familia, y lo saben imponer. Y les resulta muy bien. Dos bloques igualmente parásitos, donde los señores “progresistas” han hecho sólo progresar sus bolsillos y la miseria de la gente.

        Muchos dirán que esto ya lo sabían, que es cuento viejo, pero me parece preocupante ya que por lo general tenemos muy mala memoria a corto plazo.

       Me resulta aberrante ver a los parásitos en asambleas y sindicatos ocupando cargos una vez más, en la vieja pose izquierdista de lobo con piel de oveja. Me parece desconcertante que, una vez más, se utilice el personalismo para ocultar los problemas de fondo. Si alguna vez fue Pinochet ahora es Piñera, y las soluciones de los parásitos es cambiarlo por otros parásitos, donde la figura de Bachelet emerge nuevamente como la carta comodín. 

        No olvidemos que la señora Bachellet fue una presidenta con enfoque ciudadano. Es cosa de preguntarle a los pingüinos del 2006, a los deudores habitacionales, a los subcontratistas del cobre, a los trabajadores forestales, a los portuarios, a los mapuches, a los ambientalistas, a los jubilados, a los profesores, a la ciudadanía en su conjunto.

       ¿O es que acaso creerán que la gente es tonta?

       El tiempo de rascarse ya pasó...¡Parásitos fuera! Tanax social.


Comandante Tiroloko


jueves, 15 de septiembre de 2011

Algunas digresiones a partir del caso de “El loco pepe”




“En fin, ellos mismos no quieren, ni pueden, reconocer
que su frac profesional no es más
que un traje de presidiario bien cortado.”

Trotsky, León - Literatura y revolución


                Esto bien podría llamarse “Que no sepa tu mano izquierda, lo que hace tu mano derecha” si se considerara algo estrictamente político. Otro título tentativo sería “La práctica literaria” pero se correría el riesgo de confundir este pequeño artículo, con un taller de poesía de algún miembro de las juventudes comunistas. Lo cierto, es que se denominó de esta forma pues el hecho que introduce (o ¿inspira?) la elucubración es lo más parecido a una crónica de estos programas de ayuda a la ciudadanía y no hablo de “Aló Ely” sino de “Policías en acción” o “133, atrapados por la realidad”, que cabe mencionar , son un gran aporte a la tergiversación de la información. Bienaventurados sus editores.

                Hace 50 años, cuando el crimen organizado estaba marcado por la leyenda de Al Capone y su “sindicato del crimen” ocurre, en la pujante ciudad de Santiago de Chile, un acontecimiento peculiar que ligará y –por qué no- revelará la estrecha relación que existe entre crimen y literatura (desde el punto de vista del peligro y no del monetario, evidentemente)

                Departamento 71, calle Huérfanos número 1492, diciembre del año 61: Es detenido el ciudadano argentino José Roberto Rubio, alias el "Loco Pepe", lanza de exportación, asalta bancos, contrabandista, escritor y lector asiduo. Puede ser que su historia personal no marque un precedente en la historia del crimen de su país; con figuras tan enigmáticas como “El petiso orejudo”,  el “Tata Dios”, la octogenaria Yiya Murano o José López Rega (una especie de Mamo Contreras trasandino), pero la particularidad de sus declaraciones y carácter obstinado por vivir literariamente la vida del hampa (si es que se puede vivir así la necesidad, la exclusión y el hambre) han quedado en el inconsciente colectivo de muchos.

                “¿Y qué son unas pocas balas cuando está en juego la libertad? Nuestro fin era ser libres y no el asesinato”, decía mientras lo ingresaban a la posta en 1966, luego de ser herido en un motín que protagonizaba en la Penitenciaria de Santiago. Aquí el cuestionamiento emerge desde la propia humanidad del recluso. ¿Dónde termina el ladrón y donde comienza la persona? Y por sobre todo: ¿Cuál es la actitud o práctica del arte en la vida concreta?

               Fanático de Zola, Gorki, Dickens y Dostoiewski es este personaje un ejemplo de la vida por y para la libertad. Debo aclarar de paso, que no pretendo hacer una apología del delito sino esbozar una cierta ética del exceso, en tiempos donde es necesario.

                Pensemos en el recontrarrumiado “tema” del problema estudiantil (denominación parecida al “problema mapuche” que encubre el verdadero sentido del problema, del estado chileno con la nación mapuche). Los diversos disturbios y violencia ejercida continuamente luego de la marcha misma, no hace más que reflejar la disconformidad con el estado de las cosas. Sería absurdo afirmar que deslegitiman las demandas . Un sistema no puede ofrecerte tan pocas alternativas: o ser un trabajador de la constru, o auxiliar de bus o meterte a milico. No hay paradoja más latente que ésta para el ciudadano medio, porque no hay ni pa` comprar libros si se quiere estudiar lo que sea, donde sea. Y ni hablar de la felicidad. La dicotomía al respecto se reduce a felicidad V/S sistema, no teniendo otra opción que adaptar la vida a este sistema que no produce lo que necesita sino lo que puede venderse y revenderse hasta el fin de los siglos. La misma oposición que se da entre valor y precio, entre realidad e ideal. Dan lo mismo las consideraciones de la presencia o ausencia del estado, si hay otros sistemas políticos mejores o si el trabajo planificado es más adecuado. Las proposiciones anteriores son sólo consecuencia de preocupaciones más importantes: ¿Cómo podríamos mejorar nuestra condición de seres humanos y sobre todo, nuestra felicidad?

                Esta movilización se ha transformado en movimiento –su estadio posterior- y al parecer resulta ser la única oposición al gobierno de turno y sistema imperante, otorgando el sustento emocional e intelectual en esta experiencia colectiva, creativa y alegre. Se ha entendido que la práctica educacional que la realidad exige, debe ser la verdadera alternativa a un sistema político anquilosado y a un sistema económico que avanza y avanza aún a costa de sus mismos trabajadores, dejando de manifiesto que  –como dice el papi Galeano- a la gente está al servicio de las cosas.

                No es raro pasar del tema de la delincuencia a la revolución (que ha sido más de consciencia, porque aún no ha caído ningún Zar). Tanto delincuencia como revolución son básicamente subversión de la condición actual. No le crea a la RAE, ni a las columnas emotivas de Tironi, ni a los opúsculos paternalistas de Hermógenes Pérez de Arce, ni a cónsules del gobierno como José Miguel Viñuela, Kike Morandé o Iván Valenzuela; ni siquiera a Chesterton cuando afirma que revolución  es el movimiento de un móvil  que recorre una curva cerrada y vuelve así, al punto de partida . La sedición, la transgresión es el estado natural y permanente de las cosas, es decir, el fin es el medio.

                Pero volvamos a la delincuencia. El enigmático “Loco pepe”, además de haber protagonizado 4 intentos de fuga desde el penal de Santiago (incluso se cuenta que una vez intentó salir disfrazado de Evita Perón), de haber participado en el millonario robo de barras de oro en el aeropuerto de Ezeiza, Argentina; escribió su autobiografía: “La vuelta al pago en ochenta y dos años: memorias del loco Pepe”, por la editorial Ráfaga en 1967. Luego de publicado y consecuencia de su amor por la literatura, quiso presentar estas memorias a la Sociedad de escritores de Chile, pero fue rechazada por estar cumpliendo una pena aflictiva. Esto provocó la rabia de José Roberto Rubio, el cual no entendía el porqué de la rotunda negativa: “Sólo por andar asaltando bancos, la veta de artista me fue negada. Cuando salga en libertad en el año 2043, miraré a los carabineros y entraré a la Sociedad de Escritores de Chile".

                Independiente de que pudiera salir con 114 años de la Cárcel y lograr un record de algún reo en libertad (cosa que dudo), el hecho nos permite avizorar que siempre hay una noción del bien y del mal en el individuo. La divergencia de estos valores en la oposición hombre/sociedad, deben ser analizados a la luz de los distintos factores que influyen en el período de formación del sujeto  –contextos o ideales- que hacen que la diversidad se transforme en algo peligroso, para los otros y para él mismo. No creo que la violencia, el delito y el exceso deban ser criminalizados de por sí, considerando que la crisis es un requisito de la renovación. La práctica del pensamiento respaldada por la vivencia empírica de la pobreza (que no es consecuencia sino origen), el hambre, el odio, las heridas de cierta clase social y la justicia de la calle, puede ser más fructífera a la hora de interpretar o encontrar respuestas a la conducta humana y a verdaderas realidades políticas que aún no han salido a la luz y que aunque brotaran, serían inentendibles para el ojo común; pues no todo se mide con la vara de las leyes, del sentido común y otros inventos del hombre para conservar sus intereses.

                La búsqueda de la definición del caos, la personificación del espíritu de la historia suelen ser estériles y volubles. En ese sentido y considerando que la vida es corta, sería más productivo seguir buscando los restos de ocupantes del avión estrellado en Juan Fernández. Quizás en algún momento encuentren a Felipe Camiroaga (sin algunas partes, claro) junto al teniente Bello, cagados de la risa.


Matías Rojas G.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

UN MIXTAPE PARA LA MISERIA




Canciones punk para señoritas autodestructivas
Daniel Hidalgo
2011
178 pag.
Das Kapital Ediciones

            Detrás de toda esa tinta que colorea las postales de Valparaíso, se esconde el corazón de una ciudad punki. Porque, más que una joya que brilla en medio del Pacífico, el puerto es un suburbio distópico que parece haber sobrevivido a una catástrofe nuclear. Es ese su verdadero rostro: el de una metrópolis que subsiste entre las ruinas del progreso, la fragancia a meado y el tufo de una brutal resaca de lo que alguna vez fue. Este territorio y sus habitantes delinean la ficción de los siete cuentos que integran Canciones punk para señoritas autodestructivas (2011) de Daniel Hidalgo (Valparaíso, 1983).          

            Con una precisión descarnada, Hidalgo cercena brutalmente a ese Valparaíso de estampilla y expone sus vísceras y tumores. Escarba esos rincones atestados de tags para rescatar las historias despojadas de patrimonio. Así, confecciona el álbum de retratos de esa “raza de mutantes viviendo en las alcantarillas, en las sombras de los desechos y la mierda de una ciudad que ya colapsa”. Y es el fracaso, acompañado de litros de alcohol barato, algunos paquetes de marihuana con bencina, unos pocos gramos de cocaína, mucho odio y, por supuesto, la ilusión de que fuera de Valparaíso todo podría ser mejor, el único sustento de estos personajes que, al igual que el lugar en el que habitan, quieren prácticamente caerse a pedazos. Sin embargo, logran transgredir los ataques de la imposibilidad y la violencia porque conocen una formula de resistencia: “La vida en la calle no es dura si eres un conchesumadre”.

            Canciones punk para señoritas autodestructivas logra trazar la hagiografía bastarda del ghetto porteño. La santidad de los flaites y de los rockeros, y de toda esa clika que divaga por el puerto, está aquí, encapsulada en viñetas saturadas de sangre, disparos y chuchadas. En “Rock and roll elefante” se transmite el último recital de un pésimo vocalista con aura de rockstar, más preocupado de su rencor emocional que de crear memorables singles; en “Barrio Miseria 221” un grupo de punkys que parecen seguir la filosofía de Ricky Espinoza conocen el miedo a la inocencia entre los cerros; en “Silencio, hospital”, la inaguantable espera en la sala de urgencia de un SAPU origina el único acto de valentía de un ex guardia de seguridad; en “Ella era una chica indie” el abandono y el despecho desencadenan una reacción alérgica en el narrador cada vez que se cruza con productos under; en “Inflamable”, una pareja recurre a los más retorcidos métodos para restaurar su agrietada relación; en “La formula del fracaso”, tres adolescentes con escasa experiencia delictual perpetran un violento robo; en “Los monstruos mecánicos” se ilustra, a punta de golpes, por qué no es bueno remover el pasado con antiguos amores.

            Cada uno de estos relatos armoniza el resentimiento de sus personajes con la reproducción de un mixtape preciso y oportuno. Daniel Hidalgo inserta una banda sonora   desigual que ralentiza o estimula la brusquedad de esas escenas. Es posible escuchar a The Clash remixeado con Agrupación Marilyn. O a Yeah Yeah Yeah’s entre los beat box de pendejos raperos. Así, compone la música incidental apropiada para desentrañar el fracaso. Canciones punk para señoritas autodestructivas se vuelve un compilado imprescindible para escuchar la rabia silenciada de los intérpretes de la miseria.   

Camilo Tapia      

miércoles, 24 de agosto de 2011

MIEDO



César Cabello Salazar
Las Edades del Laberinto
80 pág. 2011
Piedra del Sol Ediciones

            Existen algunos poemarios que dan miedo, la causa no es el contenido macabro que puedan concentrar sus versos, sino el sentido de desorientación y confusión que provoca en los lectores. Leerlos puede ser un ejercicio esquizofrénico o un acto de valentía. Lo digo pensando en ese revoltijo sin pies ni cabeza en el que a veces suele convertirse la poesía, y donde, al parecer, lo único que queda por hacer es tirarse al suelo en posición fetal, chuparse el pulgar y esperar a que ocurra cualquier cosa. 

            Uno de estos es Las Edades del Laberinto (2011) del poeta mapuche César Cabello (Santiago, 1977), que este año vuelve a editarse. Su título es una advertencia exacta del terreno engorroso y difuso al que se penetra inocentemente y del que, probablemente, nunca se saldrá con vida. Porque esta es la materialización de ese “gusto de la noche/ el equívoco y los laberintos/ a las cosas que son/ pero asemejan otras” al que se aferra su autor. Pero a diferencia de los laberintos reales donde se programan las equivocaciones, el texto de Cabello promueve la inexactitud y el desconcierto del lector porque su escritura es un descuido en si misma, una pieza que incita al error porque no va ninguna parte y se pierde y desperdicia en sus propias pistas.

             Este gesto de barroco forzado pudo haber sido la inflexión substancial del texto. Sin embargo aquí la metáfora y la alegoría se diluyen en sus acicaladas construcciones, dejando toda referencia real inoculada de una irracionalidad que mutila su lectura. En ocasiones, César Cabello logra moldear una que otra temática que señala un posible camino a seguir, pero el gusto desproporcionado por lo exótico (Un jaguar herido me andaba en los amores/ como el dios que se obscurece/ y orina/ sobre el agua) y las buenas imágenes (Estoy seca/ cago solo polvo) descomponen su importancia. Ahí intentan estar el hijo bastardo y el regreso a casa, la madre inútil y el héroe blasfemado, la sublimidad de la música y la perfección de la poesía, todos atrofiados por el exceso de viñetas rupestres que inundan a estos poemas. O por la inoportuna plaga de referencias (Los amantes sorprendidos en la cópula/ de un poema que no es mío) que transforma el mecanismo simbólico en un inescrutable campo minado. Así, tratar de descifrar la ruta de salida de Las Edades del Laberinto se vuelve una práctica abrumadoramente tediosa. Fome.

            Si lo que pretendía César Cabello era forjar un laberinto escritural donde el enredo y la perturbación fueran parte esencial de su lectura, lo ha logrado, pero en la forma primitiva de un cubo rubick lárico, fundamentalmente metafórico y saturado de hipervínculos textuales. El resultado empaña el carácter medular de una obra que dice más de lo que debiera decir. De hecho, es difícil discernir si existe un carácter medular. Y si para el hablante de Las Edades del Laberinto esto es “caer con todo el peso del cuerpo en el poema”, para los lectores no es más que sacarse la chucha en medio de una densa oscuridad que lo único que causa es miedo.  

Camilo Tapia