miércoles, 11 de abril de 2012

Sacar la ropa sucia

Breve apunte sobre autogestión editorial




     En tiempos en que, pese a todos los pronósticos nefastos, los vicios políticos y sociales y la censura elitista están a la orden del día, internet se ha convertido en una herramienta que democratiza las posibilidades de acceder a publicaciones y de publicar cosas propias.

   El mundo editorial está cada vez más encerrado en sus políticas anacrónicas, priorizando los éxitos de venta y las obras premiadas, alejándose cada vez más del descubrimiento de nuevos autores, la difusión de autores olvidados y poco conocidos. Proyectos como el de Hernán Casciari con su revista Orsai demuestran que el libro no está muerto, que internet puede generar comunidades de lectores, sistemas alternativos de venta y difusión, por fuera de los intermediarios y del mundo editorial tal como se lo conoció hasta el siglo XX.

   Si bien en Argentina y en mi ciudad, Córdoba, hubo una explosión de editoriales independientes (muchas de ellas, excelentes en lo que hace a catálogo y presentación), hay algo que sigue fallando: se crean mini ecosistemas culturales con sus propias elites y régimen de castas, en el que se debe ascender mediante una cadena de jerarquías sociales que tienen menos que ver con la literatura y más con las cuestiones de piel, de apellido, de género o de estructuras de parentesco, filiación política, etc. Y esto no quiere decir que lo que se publique sea malo. Quiere decir que al autor que tiene intenciones de publicar se le impone la desagradable obligación de utilizar la ingeniería social para lograr publicar su libro cuando se supone que tiene que concentrarse en la escritura y nada más que en la escritura.

   Nunca formé parte de dicho ecosistema. Mi experiencia previa se resume a la publicación de una revista de humor negro anárquico y agresivo que fue financiada por un mecenas voluntario, enamorado de la causa. Luego, editorial mediante, un libro que cerraba el capítulo de la revista. Este libro en coautoría fue financiado por uno de los autores pero editado por una editorial independiente. Sin voluntad de renegar de esta experiencia (que siempre enriquece), no quedé conforme con los servicios incluidos en los honorarios de la editorial. A saber: edición, diseño, presentación, distribución y venta.  Me refiero, por supuesto, a los últimos dos: la distribución y la venta, las cuales siempre son deficientes. Y no es que sea esa editorial puntualmente. En general, las editoriales independientes distribuyen muy poco los libros. Y los venden tímidamente.

   Es por eso que, un año después, me decidí a sacar mi ropa sucia yo mismo. Conseguí personas que colaboraron con aspectos puntuales (corrección, ilustración, diseño y prólogo) y, por lo demás, me encargué yo mismo  de hacer registros legales, conseguir presupuesto e imprimir en una buena imprenta, controlar que la encuadernación sea de buena calidad y cuidar que no me entreguen ejemplares fallados (algo que sucede más a menudo de lo que parece). También corrió por mi cuenta la organización del evento de presentación con música en vivo y luego la distribución y venta de los ejemplares en librerías locales. Además, aproveché mis vacaciones para vender ejemplares a la gente que me encontré durante mi viaje. Los resultados: de ninguna de las dos formas uno se hace rico. Pero tampoco es la riqueza lo que uno persigue sino la libertad. La libertad de ahorrarse el pagar servicios que no se brindan y poder disponer del control sobre la totalidad de ejemplares existentes, del precio al que uno lo quiere vender para que sea accesible y de obsequiarlo si la situación o la persona lo merece.

   No hubiera podido contar con más de dos o tres personas de público sino hubiera utilizado las posibilidades gratuitas que brinda internet: redes sociales, blog, mail, etc.

   Un año y medio antes de sacar el libro, creé mi cuenta de Facebook, comencé a difundir allí los enlaces de los relatos que iba publicando en el blog así como las notas o artículos que escribía para algún otro sitio. Cada día subo una frase, pensamiento, axioma que se me ocurre y lo comparto con mis contactos como una forma de mantener comunicación cotidiana. El trabajo de hormiga de escribir todos los días- y compartir con una comunidad virtual que te retroalimenta- a la larga va generando sus frutos.

   Ropa Sucia es una breve colección de narraciones minimalistas que giran en torno al sexo, el terror y  la violencia; contados en un tono que oscila entre el humor negro, el laconismo insolente y el sarcasmo melancólico. Fue editado completamente de bolsillo del autor- quien esto escribe- y la distribución y venta también corrió por parte del mismo. La experiencia ha sido hasta el momento de lo más gratificante. Varios de los relatos contenidos en el libro fueron publicados originalmente en www.elsordidotopico.blogspot.com.

   Por otro lado, en coescritura con mi colega Guillermo Bawden, publicamos semanalmente una novela epistolar situada en una Córdoba postapocalíptica invadida por zombies, en la que dos grupos de supervivientes intentan comunicarse a través de una paloma mensajera. El proyecto comenzó como un juego literario  y es muy probable que termine por aterrizar en el formato papel. La historia se va tejiendo a contrapunto mediante capítulos breves escritos por ambos autores. Se puede seguir en www.letramuerta-cba.blogspot.com.

   Con todo esto no quiero decir que me cierre a la posibilidad de volver a publicar en una editorial (independiente o dependiente, no encuentro la diferencia), sino que me resulta divertida y disfrutable la sensación de sacar algo en papel cuando ya hay un mínimo de público interesado en leer. Al fin y al cabo, no importa el origen ni el final, sino la lúdica del proceso, el goce estético de la experiencia, la producción de ideas e imaginación llevada no solo al contenido de la obra sino también al formato y a la manera de cristalizarla en un objeto-libro.

   Lo más hermoso de esta cuestión y lo que en verdad me importa destacar es que mi proyecto no es el único, ni el primero, ni el último. Y esto significa que, poco a poco, la idea de publicación mediante sello editorial dejará de ser una traba para convertirse en un factor más de legitimación. Pero no el único.




Cezary Novek
(Córdoba, Argentina)
Espacial para Tatuceras