martes, 25 de octubre de 2011

ESCARBAR EN LA COSTRA


Hebras viudas
David Bustos
Editorial Cuarto Propio
2011
76 pág.

“Coges el cuchillo para escribir un poema/ no logras empuñar con fuerza” se lee a la mitad de Hebras viudas (2011), el último poemario de David Bustos (Santiago, 1972). A esas alturas, ya todo está perdido, ni siquiera la literatura es ese cobijo imperturbable que aquieta la realidad. Sin embargo, Bustos recurre a ella para descifrar las averías de su separación familiar y encarnar el remordimiento de su íntimo lloriqueo.

            Hebras Viudas es un examen de conciencia que exhibe la imperfecta resignación de su autor frente a la caducidad de su matrimonio. David Bustos recoge los restos de sí mismo y expone la intimidad de su sicótica restauración emocional. De esta manera, transcribe el padecimiento progresivo de su abandono  y describe, desde la devoción a la ternura (“Ahora en su dormitorio manipula invisibles diálogos de/ muñecas y peluches/ Ella es el ventrílocuo de su mundo”) hasta la secuelas del destierro (“Clavado a la cruz de la familia disfuncional que somos”), las estrategias de sobrevivencia de su ruptura y aislamiento. Pero ni los cigarrillos, ni los litros de té, ni Lacan, ni Freud, ni las sesiones en el diván amortiguan el desconsuelo de una existencia que subsiste entre los residuos de sus recuerdos: “Sacas el colchón al sol/ observas la erosión del peso/ sobre la superficie. Hace más de un año/ que nadie duerme a tu lado/ la simetría de una pareja estable/ el viudo colchón de dos plazas”.

Entre medio de este proceso, Hebras viudas delata la paranoia de la culpa y sus efectos. Poco a poco, configura lo que parece ser la última pataleta de un desposeído que reconoce su vulnerabilidad. Bustos calibra de forma gradual un gemido que se condensa en el alarido de su propio arrepentimiento. Derrama constantemente su memoria para escapar de su despojo familiar y habitar en los contornos de un tiempo estático y habitual: “Un director de cine neurótico/ cansado ilumina con palabras sueltas/ un escenario que ya hace meses/ ha sido desmontado”.

Así las cosas, es posible leer Hebras viudas como si fuera la bitácora confesional de un desesperado, un diario de vida capaz de sustentar la recóndita intimidad de un emo. No es extraño: David Bustos escarba en la costra de su disolución familiar (“Atrapado en un tiempo que no te pertenece”) para buscar un alivio a su desprendimiento. El ejercicio, por supuesto, roza el trastorno y el despecho. Esta alusión de masoquismo quinceañero convierte a estos poemas, a ratos, en un lamento insoportable, en la reiteración de una necrológica que nadie quiere escuchar. 


Camilo Tapia

2 comentarios:

  1. a pesar de no ser un estilo nuevo -el ''descarnado'' antagonismo de críticos y creadores- creo que Tapia da en el clavo en ciertos puntos (''la reiteración de una necrológica que nadie quiere escuchar'';''masoquismo quinceañero '')pero, olvida entregar una referencia mayor sobre Bustos y su obra...

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  2. Es un buen texto Camilo, la crítica funciona como un texto autónomo a la obra, si bien es una es una creación que emerge desde una vertiente X su resultado puede ser variado, e incluso más apasionante que la obra criticada, también tiene cierta cantidad de caracteres como recurso técnico sin embargo creo que todos los posteos son validos, cuando se lanza algo públicamente.
    Salu2 a todos.

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