miércoles, 5 de enero de 2011

Periplo, desde el azul oscuro al verde claro

Conocí a Silvia Aurora Murua hace ya casi cinco años. El encuentro fue demasiado fortuito e impersonal, pero suficiente para percatarme de que no me encontraba ante una típica mujer. Llegué a las 5 de la mañana acompañado de Elsa Frottier, su hija, a una antigua casa ubicada en el cerro Alegre buscando cobijo o, por lo menos, un lugar donde esperar la luz del día. Elsa fue a dormir junto a su madre, en cambio a mi me facilito un cómodo sillón para dormir. Me mantuve despierto arrellanado sobre la colcha del sillón. Observé entre la penumbra el espacioso habitáculo: cuadros, esculturas, fotos, muebles antiguos y una gran biblioteca. No pude evitar escudriñar los textos que contenía, pero había un problema: la biblioteca estaba con llave. Supuse que muchos intrusos como yo frecuentaban el hogar. Quizás el mito del llevador de libros era una realidad constante ahí (yo ya había leído a Bolaño y la idea del atracador de bibliotecas me parecía de lo más pintoresca y seductora). Uno de los estantes tenía un vidrio roto donde mi mano pudo entrar y extraer al azar un texto, el que se encontraba más al alcance: Juan Emar, antología completa. La edición era de lujo. Podría haber sido fácilmente La Iliada o Cien años de soledad o cualquier otro, pero no, fue Juan Emar, uno de los escritores mas atípicos que ha parido entre sus masculinas piernas la narrativa chilena y uno de los críticos mas lúcidos en cuanto a arte se refiere y uno de los hombres de las letras mas vilipendiados mirado a menos y olvidados de los últimos cien años. Leí el Pájaro Verde. Leí esforzando mi visión entre la oscuridad que era parcialmente aplacada por la luz rastrera que entraba por la ventana. Me pareció una historia macabra y triste, pero contada desde un carrusel de caballos socarrones. Mi cabeza se repletó de tragedia mientras afuera los primeros colectivos de la madrugada dejaban entrar flashasos de luces intermitentes a través del espacio entre cortina y cortina. Sentí que la habitación se hacía más y más pequeña y pensé que el pájaro era un cuervo y que Emar era Poe y que la vida, a ratos, era Pulp Fiction de Tarantino Versión Dogma. Pero el día llegó. Una mujer de pelo teñido azul en bata se me acercó y casi susurrando me avisó que ya era hora de que me marchara. Elsa aun dormía. Caminé hacia mi hogar pensando en esa extraña mujer y en su pelo que, al atravesar el dintel de la puerta, se torno verdoso, imagino que por el efecto del sol y el embobamiento de mis ojos traspasando la oscuridad hacia la luz.

Por Marcelo Gomez



AQUI PRESENTAMOS LA PRIMERA ENTREVISTA DE
TATUCERAS PRODUCCIONES
CON USTEDES LA POETA AUTODENOMINADA UNDERGROUND PORTEÑA
 AURORA MURUA.



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